Aunque adopte esa postura documental, es obvio que se
trata de una composición narrativa y los hechos y personajes que aparecen en la
película están ya a mitad de camino entre la realidad y la ficción.
Uno de
ellos, un inspector de policía defenestrado por su actitud rebelde y e indisciplinada,
que cumple un castigo temporal consistente en rebajarle de categoría unos
meses, se erige desde el primer momento en uno de los héroes y protagonistas que lo fue en los acontecimientos reales, y
en la película.
Está interpretado por Mark Wahlberg, que ya había estado en
Boston con Scorsese y Di Caprio en Infiltrados.
Wahlberg es también uno de los productores
y de los que quisieron fijar desde el principio la cuidadosa perspectiva con
que se habría de abordar el film.
Ahora
sólo comentaremos este tema de la cojera,
como si de cualquier otro personaje de ficción se tratara, a pesar de lo
trágico de la historia. Quizás la película hubiera preferido omitir o disimular
de alguna forma este detalle, pero lo cierto es que prefieren destacarlo desde
las primeras escenas del film.
En
efecto, la película arranca con una rutinaria operación policial en un bloque
popular de viviendas donde ha habido un altercado entre vecinos. El agresor, y
al mismo tiempo víctima, es un personaje débil y enfermizo. Para entrar en la
vivienda, están el personaje y una pareja de policías. La puerta no se abre y
tienen que tratar de entrar por la fuerza. Al principio, el inspector da un golpe
cargando su cuerpo y embistiendo con el hombro. La puerta no se mueve y el
inspector queda doliéndose del mismo hombro.
A
continuación, él y no los otros dos policías, que asisten pasivos a la actividad
del inspector, a continuación, y como no queriendo recurrir a ese punto pero
obligado por la necesidad, da un fuerte patadón a la cerradura, cediendo al
final la puerta y accediendo entonces a la vivienda.
Solucionan
lo que es un simple problema entre vecinos, el inspector defenestrado está
aburrido de estas rutinas y estos casos a los que le obligan a hacer, y quiere
recuperar su cargo anterior de inspector de homicidios. Y es entonces cuando se
lamenta de su pie, es entonces cuando sabemos que padece de una lesión severa en
su rodilla, fruto de un accidente tiempo atrás. Aun teniéndola maltrecha, su obligación no le ha impedido
hacer uso de ella, a pesar de lo perjudicial que pueda ser.
Y así ya
tenemos caracterizado al individuo, al personaje, a través de su relación con su rodilla. Sabemos
que es un personaje singular no sólo por su lesión, lo sabemos porque está
defenestrado, es algo indisciplinado, un individuo singular. Su cojera, su
señal en el pie, como la de tantos otros héroes desde la antigüedad, es un
atributo más de su caracterización.
Ya en
casa lo veremos hacer ejercicios necesarios y resignados de rehabilitación y
que debe hacer uso de una aparatosa, como todas ellas, de una aparatosa
rodillera.
Este inspector defenestrado, sin embargo, ha de estar
listo para dentro de unas horas, pues ha de estar al tanto de la seguridad de
la inminente maratón de Boston.
Y así al
poco lo vemos, ya una vez amanecida la ciudad, junto con todos los demás
miembros del cuerpo encargados de la seguridad y vigilancia de la carrera
popular, controlando y dirigiendo de viva voz o a través de un telefonillo, la
supervisión de dicho evento.
Ha
olvidado su aparatosa rodillera en casa. En ese momento vemos que su esposa se
ha acercado desde allí en un gesto cariñoso para traérsela y dársela en mano.
Se despiden con cariño y se desean feliz día y verse pronto. El inspector y su
esposa forman una pareja bien avenida. Él no es un héroe de los cómics, con superpoderes,
es un héroe anónimo, un ciudadano y un profesional normal, con una vida mínimamente
feliz pero satisfactoria, consciente de su humanidad.
Quizás,
entre otras cosas, lo que le brinda esa humanidad y hace que le tomemos
simpatía tan pronto al personaje, entre otras cosas, claro, es su debilidad, su
vulnerabilidad, su herida humana, esto es, la lesión, que parece crónica, de su
pie, de su rodilla. Lo vemos limitado, como como cualquier ser humano, no es un
personaje que se extralimite (quizás sí en la disciplina) como los superhéroes,
es un ser que acepta su condición, sus limitaciones, y una de ellas y más claras es la de su pie,
su maltrecha rodilla.
Su mujer
le ha entregado la rodillera con todo su aparataje de tiras y sujeciones, y se
despiden como si fuera una despedida más. Sin embargo, lo inesperado saltará de
pronto y la llegada del inspector al hogar se prolongará más de lo esperado,
pues tendrá que hacerse cargo de la coordinación de los efectivos policiales y
de emergencia de la zona, una vez se han cometido los dos estallidos de bombas.
Se ha
sembrado el caos en la pacífica e idílica ciudad, un domingo apacible que se
esperaba tan feliz como otro domingo cualquiera, y toda la ciudad de Boston,
con el lisiado y renco inspector a la
cabeza, se volcará en la ayuda a sus conciudadanos.
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