Y sigue el protagonista-narrador dando su particular versión, que en la práctica es totalmente destructora, un derribo de toda la leyenda, aventurando que ese sacrificio, que durante siglos ha pululado por toda la tradición artística y la imaginación de occidente, una leyenda de fuerte impronta cultural, este sacrificio, según el pensamiento de este narrador especial, se lleva a cabo de una forma casi anónima y sin, aventura, ninguna justificación:
Aunque, justo en el momento precedente a la partida de la flota, cabe perfectamente en lo posible que no se hablara de los vientos y todo lo demás, y que el sacrificio se llevara a cabo sin proporcionar la menor explicación …
Ifigenia. Domenichino (1581-1641).
SIN PROPORCIONAR LA MENOR EXPLICACIÓN …
Aquí ya vemos que el narrador, su mente febril, arrambla con toda la traición de la leyenda, con toda la composición de la tragedia de Eurípides. No hay despedida desgarradora de Clitemnestra, ninguna proclama heroica de la nueva mártir, remordimientos del padre y jefe de la expedición contra Troya, los inútiles intentos del héroe Aquiles por salvar a la joven, …
Se rompe bruscamente con toda esta escenografía que ha perdurado a lo largo de los dos milenios de leyenda.
Ubicado en ese trance que le permite encontrarse en medio del sacrificio de Áulide, sigue relatando la ceremonia:
Militares mezclados con civiles áulides caminaban en dirección al lugar donde había sido erigido el altar.
Y entonces, no sabemos si para demostrar la enajenación del narrador, introduce esta coletilla más apropiada para el desfile del 1º de Mayo:
… es posible incluso que hayan distribuido invitaciones …
como era lo habitual, y lo es en el momento que narra, el repartir invitaciones para presenciar el espectáculo del 1º de Mayo desde la tribuna principal.
De todas formas, y con todo, la cuestión que supone debería sobrevolar, en esta reconstrucción de la ceremonia de Áulide, que este visionario personaje nos relata era ésta,
¿Qué significaba aquel sacrificio? ¿Por qué?
Y, dejándola en suspenso, pero atormentando, repite la afirmación y desvelamiento a la que ha llegado antes,
No, Calcante no ha pronunciado ningún consejo. Habría sonado sospechoso, artero, cualquier augurio procedente de él.
Calcante e Ifigenia en el altar.
Llegados hasta aquí, removiendo noticias y datos de la leyenda, deconstruyéndola y demoliéndola de raíz, el narrador incesante llega a la verdadero asuntos e todo, y que es por lo que ha iniciado todo este alocado flujo de pensamientos, a raíz de la ruptura de Suzana. Y es lo que se pregunta, de forma casi ingenua,
¿de dónde se había sacado Agamenón la ocurrencia de sacrificar a su propia hija?
Pues en la leyenda, reinterpretada por él, no hay motivos religiosos, no hay dioses, no se vislumbra a Ártemis-Diana por ninguna parte. Los augures y sus vaticinios, Calcante, en resumen, han sido borrados de la leyenda de un plumazo, y solo ha quedado la voluntad del autócrata, del rey de Micenas y jefe de la expedición.
Y esto que se pregunta de Agamenón, el protagonista lo vuelve hacia su historia con Suzana,
¿Por qué quieren sacrificarte, Suzana?... ¿Qué vientos debes apaciguar?
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