sábado, 10 de agosto de 2019

Silva, Bevilacqua y Chamorro en las Columnas de Heracles

       Acabamos de terminar una nueva lectura veraniega, una nueva novela de la Guardia Civil de Lorenzo Silva. El regusto que nos deja al final su lectura es agradable, humano, hasta melancólico. 
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       Da la impresión que el personaje del subteniente Bevilacqua ha ido madurando con los años, y bajo su aparente seguridad, siempre tiene esa proverbial prudencia ante todo lo que le va sucediendo.

       En este caso se traslada con su sargento Chamorro y el resto de su equipo al extremos sur de la península, a uno de los fines del mundo conocido en el mundo antiguo, Gibraltar. Hoy más conocido no por ser donde se ubicaban las legendarias Columnas de Hércules y el Non Plus Ultra, sino por ser un auténtico punto caliente y estratégico de la zona sur de Europa. Allí, por azares y no azares del destino, se han conjugado la inmensa e incontenible escapada de población del continente africano hacia sitios del occidente pudiente, con la práctica del narcotráfico, ya tratado en otra excelente novela, La Reina del Sur, que adquiere aspectos épicos y heroicos entre lanchas con alijos hipertrofiadas de motores perseguidas por helicópterosde la policía que hacen lo que pueden. 
       Y la última actividad delictiva o paralegal que se ha instalado en os últimos años, el lavado , cibernético o no, de dinero negro procedente de prácticas ilegales de todo este mundo.
       Lo que en principio es un extraño secuestro de uno, y luego otro, de cerebros cibernéticos que se sospecha se dedicaban a este blanqueo informático, se va convirtiendo en una investigación , como siempre, ordenada, jeraárquica, sujeta a la planificación de toda investigación, como siempre sucede en las novelas de este autor, en nada dejado a lo aventurado sino siempre muy apegado a las prácticas policiales.
       Aunque le falte a sus novelas el dibujo de personajes, de detectives más o menos contrastado y perfilables, en mi opinión, la figura se suele centrar más en el subteniente Bevilacqua.
       Como en otros autores de novelas policíacas, y creo que es una novedad en esta, no recuerdo bien si en las otras ocurría ya, la novela va avanzando a la par que la investigación, repleta de guiños y referencias artísticas: citas literarias de autores del pensamiento occidental, incluido clásicos como Heráclito o Epicteto, referencias a series de televisión, siempre con un personal toque crítico, música ,en verdad y para uno algo selecta, en el sentido de que no es la comercial en sentido amplio, pero de grupos que se pueden localizar en internet, que van dando un toque, creo, más personal que otras novelas de la serie.
       La última parte de la novela, no sé por qué, la leí de un tirón. Y de allí hay un par de diálogos que no están nada mal y muy bien logrados.
     La imagen que va quedando de esta historia es la del subteniente algo más melancólico de lo habitual, más personal, más humano, haciendo reflexiones sobre la conducta personal de las personas en este mundo en el que es más o menos claro las decisiones que va tomando uno en un sentido u otro, especialmente cuando estás al borde de la ley. Lo que no deja de ser un tópico de esta literatura. pero tal como nos lo relata el autor en esta novela y por la forma de hacerlo, parece más genuíno que otras veces.
       Como no podía ser de otra forma, hay una escena de persecución de una lancha en las aguas del estrecho muy realista y bien lograda.
       También, al hilo de esta persecución, alguna referencia trágica al crimen humanitario de los que no logran traspasar ese muro de agua y quedan en el olvido. Amén de alguna que otra crítica a esa realidad tan elefantiásica que tenemos ahí mismo y que no llama tanto la atención como otras más recalcitrantes y obsesivas de la política nacional.
     Si Heracles, en la leyenda, puso un límite de separación en el sentido este-oeste, advirtiendo donde terminaba la oikoumene, la tierra habitada, y donde empezaba lo desconocido, ahora sus descendientes, y Bevilacqua entre ellos, pondrá el límite del paso de un mundo a otro en la dirección Norte-Sur. Las estelas que parece colgó en las columnas del templo en Gades el Melkart-Hercacles legendario son ahora las leyes de inmigración, grabadas también en bronce indeleble, junto con las cuchillas disuasorias en las vallas, que impiden el traspaso.
     En la antigüedad sólo traspasaban esa frontera algunos pocos, héroes todos, los demás rehuian esos confines. Ahora, al contrario, los que persiguen traspasar esos límites es una humanidad desesperada que huyen de sur a norte incesantemente, en busca de mejores condiciones de vida.

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