EN LAS LLANURAS DE MANZANARES …, DIGO, GAUGAMELA DE ASIA.
Aún estamos en la noche del campamento, Alejandro, reunido ante su plana mayor, alrededor de una fogata como de picnic casi, empieza un serio y grave discurso, después de todo lo acontecido en la agitada noche, mientras sus generales y la soldadesca lo escuchan reverencialmente.
Hay una oposición también, con el discurso de Darío en el rito a Ahura Mazda
“Generales y oficiales de mi ejército, llevaréis este mensaje a las tropas a vuestro mando. Ésta ha de ser la batalla decisiva. En este día Grecia quedará vengada. Pasará a ser nuestra toda el Asia. Gozaremos de sus riquezas y habrán terminado nuestras penas. He aquí el plan de batalla.
Y, de nuevo, se presenta un plano panorámico de la noche sobre las llanuras en silencio y bajo la luna.
En seguida, en un fundido, se pasa a la imagen ya de día de lo que se suponen las llanuras de Gaugamela, algo reverdecidas para las que tenían que ser realmente, más secas y desérticas. El ejército persa se despliega inmenso, impresionando a la vista. La voz del rey sigue hablándonos, ahora en off, sobre las imágenes.
Nos doblan en número, mas no en valor ni en disciplina (se alude al tópico de la superioridad numérica frente al enemigo menos, pero mejor preparado). Y tal es el ejército de macedonia que si yo, Alejandro, sucumbiera en la batalla, habríais perdido un hombre solamente. Y, por el contrario, si cayera la cabeza persa, el resto del cuerpo moriría con ella (tópico éste que también aparece en Stone, a veces se ha convertido en algo generalizado; el caso es que, para el ejército persa, esto era en verdad cierto, debido a la dependencia orgánica que había entre el Gran Rey y sus tropas). Así pues, macedonios, conteneos y esperad, conteneos y esperad. Y llegado el momento del ataque, abrigaréis un solo pensamiento: matar a Darío, matar a Darío, matar a Darío …
Darío no oye las consignas de Alejandro, aunque era consciente de que su fuerza, la unidad orgánica con su persona, era también su debilidad. En la imagen el rey persa no parece sospechar nada de lo que está diciendo Alejandro
En verdad que tan breve como simple afirmación táctica de combate, la consigna funciona como prolepsis o adelantamiento de lo que luego va a suceder.
Y, por otra parte, es cierto que la táctica de los macedonios en el combate va a ser encontrar la manera de enfrentarse directamente con el rey, rehusando a un combate general de la totalidad de las tropas. Cosa que, por otra parte, fue lo que consiguieron.
El despliegue de los ejércitos se ofrece a continuación del paisaje natural, aunque los dos ejércitos no ofrecen nada espectacular que digamos. Solamente el silencio que acompaña a las imágenes le da solemnidad a estas escenas.
Se muestran unos planos sucesivos de los dos ejércitos, empezando por el macedonio. Primero se muestra a Alejandro, a caballo, al frente de las tropas, con un casco que le oculta completamente la cara, junto al adivino Aristandro.
El siguiente plano muestra la caballería, en un desorden absoluto. Luego, unas líneas de infantería, pero no las espectaculares falanges con las sarissas, sino tropas alineadas detenidas y expectantes.
Panorámica general de lo que se supone las llanuras de Gaugamela, en Manzanares del Real, Rascafría y oros lugares de Madrid, antes del inicio de la batalla. Las tropas macedonias en guardia, caballería e infantería.
Luego se pasa revista a las tropas persas, con el rey Darío en primer lugar, sobre el carro real; a continuación, la caballería persa, y para completar el repaso, un plano de los carros falcados
El ejército persa, Darío en su carro, la caballería persa y los reconstruidos carros con guadañas, dispuestos para el combate.
Como se ve, mantiene la imagen tradicional de Alejandro a caballo, frente a Darío en carro.
Lo que sí es patente es que nada se sabe de los Compañeros y los generales más próximos a Alejandro, ni hay rastro de la formación en oblicuo al comienzo, ni del movimiento hacia la derecha de Alejandro y su caballería.
Y tampoco, en esto es clara y documental la versión de Stone, que la ofrece de forma diáfana, el giro de la cabalgada de los Compañeros, y la carga de los Compañeros contra el centro persa. No sabemos por qué no pudo llevar a escena este giro táctico.
LOS CARROS FALCADOS PERSAS.
En el film, la batalla comienza, pues, atacando primero los persas, omitiendo los movimientos en diagonal de la caballería de Alejandro hacia la derecha del ejército persa, tal como ocurrió en realidad.
Y va a iniciarse ese ataque, de modo repentino, con las tropas más espectaculares y el arma supuestamente más decisiva, los carros con guadaña que se ponen en movimiento. Para eso habían allanado el terreno los días previos, pero de esto el film no nos da noticia.
Darío, así pues, apenas acabado el recuento panorámico de las tropas y sin esperar a nada más, da con seguridad la orden de ataque a los carros.
Darío da la señal, sin mediar palabra, y los carros empiezan su furibunda carrera.
Los carros llegarán en breve a las falanges macedonias, pero Rossen no ha dedicado unos planos previos para admirar y calibrar lo que suponía aquel escuadrón de hoplitas cargados con las gigantescas lanzas, las sarissas, la clave de su éxito durante cientos de años de combates.
Las formidables falanges, con las larguísimas sarissas, aparecen sin mucho protagonismo, lo que dura el breve ataque y fracaso de los carros persas. No se les dedica unos planos especiales, como decimos, y quien sí lo hace es Stone, para que el público espectador pudiera hacerse una idea de lo que era aquella auténtica maquinaria de guerra.
Los carros llegan contra las falanges rápidamente. Sin embargo, las formaciones griegas, ya preparadas para tal ataque, y con las consignas sabidas, se abren al llegar los carros, dejan un pasillo, luego vuelven a cerrarse, y, a continuación, arqueros y lanceros se abalanzan sobre los carros.
Estas consignas se dan por sobreentendidas en la arenga en off de Alejandro, pues, a diferencia de la de Stone y otras recreaciones, previamente el rey había dado las instrucciones para neutralizar el destrozo que podían causar los carromatos.
La falange, con las sarissas en alto, se abren para hacer un pasillo a los carros.
Las falanges vuelven a cerrarse; a continuación, la infantería y los arqueros aniquilan a los conductores de los carros.
El ataque de los carros, el arma poderosa, después de una elipsis que da a entender lo que ha sucedido, una vez vista las primeras escenas de los carros abatidos, concluye con la insólita imagen de un carro, tirado por un solitario e inmaculado caballo blanco, que corre desbocado y sin jinete de regreso a las filas persas. Con esa elocuente, aunque simple imagen, se cierra el episodio del ataque de los carros falcados.
Un caballo blanco tira de un carro sin aurigas, de retorno a las filas persas.
Quizás era a esto a lo que se refería en la arenga Alejandro, cuando decía, conteneos, conteneos … No lo decía en abstracto, sino como la estrategia precisa a mantener contra los carros.
De todas formas, no hay ninguna explicación en el film, y parece darse todo por supuesto, que el espectador está comprendiendo perfectamente las idas y venidas en el transcurso de la batalla, el pasillo abierto a los carros y el posterior ataque, que a todas luces se ve de forma evidente y hasta lógica.
Este episodio de los carros es recogido y recreado también por O. Stone, con mayor cuidado y detallismo y de una espectacularidad grande en su puesta en escena. No necesita, pues, la imagen elocuente del caballo descarriado para demostrar el fracaso de este ataque.
Plutarco es una fuente más de Rossen, pues el autor griego no señala la participación de los carros falcados en la batalla.
Alejandro, confirmado el fracaso de los carros, da la señal de ataque a sus tropas y la caballería, que salen algo en desbandada. En los textos se habla de la formación en cuña que tenía esta formación de los Compañeros, que aquí no se pone en escena.
EL MANTIS ARISTANDRO JUNTO A ALEJANDRO.
La cámara nos lleva a continuación a dónde está Alejandro con una tumultuosa caballería.
A su lado en esos momentos, después del fracaso de los carros, está un personaje con una túnica cándida y sin armas. Es el mantis o adivino Aristandro. Lo incluye Rossen en el film, Stone no lo hará, tomado de Plutarco, pues tampoco es citado en otras fuentes. Aparece al frente de la caballería, junto con el rey, al comienzo de la batalla.
En Plutarco, el adivino señala un águila sobrevolando los celos, señal de buen augurio.
El adivino Aristandro, que llevaba una clámide blanca y una corona de oro y cabalgaba a su lado, …
ὁ δὲ μάντις Ἀρίστανδρος, χλανίδα λευκὴν ἔχων καὶ χρυσοῦν στέφανον,
Alejandro junto al adivino Aristandro, sin armas ni coraza ni nada, en primera línea. Incluso sale en cabalgada, algo un poco incongruente, pero luego se le pierde la pista, y no volvemos a saber del personaje.
…, señaló un águila que planeaba por sobre la cabeza de Alejandro
ἐπεδείκνυτο παριππεύων ἀετὸν ὑπὲρ κεφαλῆς Ἀλεξάνδρου συνεπαιωρούμενον
y se dirigía volando recta en dirección a los enemigos;
καὶ κατευθύνοντα τὴν πτῆσιν ὄρθιον ἐπὶ τοὺς πολεμίους,
Aparición o epifanía del águila-Zeus. reconstrucción de Gaugamela del Museo Arqueológico Nacional de España, s. XVIII, anónimo
el águila sobrevolando con su vista privilegiada el extenso campo de batalla
en el film de O. Stone, pero no en el de Rossen.
Rossen, por lo tanto, introduce a Aristandro, pero omite la referencia al águila, que no aparece en el film. Su figura, por tanto, queda un poco irrelevante, a falta de esa epifanía del águila de Zeus, que enardece a las tropas. Acto seguido, el mantis desaparece rápidamente del combate.
ello (el águila) inspiró una gran confianza a los que la vieron, y con este ánimo, exhortándose los unos a los otros, la caballería se lanzó a la carrera contra el enemigo mientras la falange la seguía en tropel.
ὥστε πολὺ μὲν θάρσος ἐγγενέσθαι τοῖς ὁρῶσιν, ἐκ δὲ τοῦ θαῤῥεῖν καὶ παρακαλεῖν ἀλλήλους δρόμῳ τοῖς ἱππεῦσιν ἱεμένοις ἐπὶ τοὺς πολεμίους ἐπικυμαίνειν τὴν φάλαγγα.
Stone, en cambio, optará por la otra alternativa, es decir, de Aristandro no se sabe nada, en cambio el águila de Zeus le dará un juego muy productivo para mostrar las imágenes aéreas de los ejércitos en liza.
LA CABALLERÍA MACEDONIA IRRUMPE CON SU CARGA
Alejandro, desde su puesto de mando, a caballo, se supone que Bucéfalo, se percata del fracaso de los carros falcados, y alza entonces la lanza en señal de victoria. A continuación, pone en marcha a su caballería, que parece haber estado esperando el desenlace de este ataque persa.
De repente, nos vemos metidos en una batalla campal sin preámbulos. La caballería, bastante desordenada, se pone en marcha y ataca a bulto contra el ejército persa un tanto desdibujado. No sabemos dónde está Parmenión y los otros, solo se identifica a Alejandro. No se indica si estamos en el ala derecha o izquierda, la batalla no tiene la claridad didáctica, tampoco era lo que se estilaba entonces. Y, aun así, el film muestra mayor preocupación que la mayoría de films de la época por ofrecer carta versión ordenada del enfrentamiento.
El film de Stone en esto lo supera de forma clara. En sucesivos fotogramas, aparecen unos rótulos sobreimpresionados paulatinamente, que nos van indicando si la película está contando lo que curre en el ala derecha o la izquierda, avisa de la situación de Parmenión en el lado izquierdo, de forma casi documental.
Hay que suponer, porque el film no dice nada, que esa caballería tumultuosa y en desorden, nada de esa formación en cuña que Stone se esfuerza por recrearla, esa caballería debe de ser la de Los Compañeros, el batallón especial de Alejandro.
La caballería llega contra lo que son unos destacamentos de infantería persa, pero andamos perdidos, en verdad.
LA CABALLERÍA PERSA EN LOS BAGAJES Y EL CAMPAMENTO MACEDONIO.
Este episodio, que citan Plutarco y otros, no lo introduce Rossen, como tampoco Stone, en las escenas campales. Se cuenta que Maceo y su caballería alcanzó hasta los bagajes y el campamento base de los macedonios, pero una reacción de unas escuadras próximas los hizo retroceder al cabo de un tiempo.
Fue una maniobra que, de tener continuidad, hubiera sido muy seria para Alejandro.
LUCHA CUERPO A CUERPO.
Alejandro, ahora con la espada, la lanza ya no la carga, lucha dando mandobles contra un barullo de infantería persa. escenas estas muy del género del peplum de la época, no recogen ninguna referencia documentada.
Darío, como en el relato tradicional de los hechos de ese día, ve desde su carro la llegada de Alejandro. A pesar de la infantería que los rodea por todos lados, los macedonios consiguen avanzar.
aparece, de modo fugaz, la caballería persa; en la del Gránico, está mejor representada.
Hay enfrentamientos cuerpo a cuerpo con la caballería persa, que ahora aparece fugazmente, con el característico gorro frigio, un poco escuchimizado; parecen, a la vista de los años, aquellos dibujos animados con unos personajes que empezaban por P…, y eran de cuerpos color azulado …
LA JABALINA Y EL SACRIFICIO ANTE EL REY:
El rostro de Darío ya muestra preocupación y duda. Y, sin solución de continuidad, sin momento previo de avistamiento, como si señalan los autores, hemos de suponer que Alejandro-Burton ya vislumbró al rey persa, tomó la decisión de ir a por él, y allí lo tenemos, lanza en alto, apuntándole directamente.
El auriga se interpone heroicamente ante la lanza, es alanceado; en un gesto miserable, Darío lo termina de arrojar del carro.
A continuación, viene un acto muy de película y de dramatismo, pues el auriga se interpone entre la jabalina, salvando al Darío de ser alcanzado. Además, este sacrificio casi prototípico de film enlaza muy bien con lo que escribe Plutarco en su relato. Los nobles persas junto al rey se afanaban en mostrarle su respeto, luchando e incluso muriendo ante él.
pero los mejores y más nobles se hicieron matar delante del rey, cayendo los unos encima de los otros, y obstaculizaron así la persecución, debatiéndose convulsivamente y aferrándose a hombres y caballos.
οἱ δ’ ἄριστοι καὶ γενναιότατοι πρὸ τοῦ βασιλέως φονευόμενοι καὶ κατ’ ἀλλήλων πίπτοντες, ἐμποδὼν τῆς διώξεως ἦσαν, ἐμπλεκόμενοι καὶ περισπαίροντες αὑτοῖς καὶ ἵπποις.
Oriartes es muerto por Alejandro en el mosaico; el auriga antepone su cuerpo en el film.
Estas muertes en sacrificio del rey que señala Plutarco no mencionan a Oriartes, hermano del rey, que muere en defensa de éste. Este hecho sí aparece y bien representado en el mosaico de Issos, cuando Alejandro enristra al guerrero persa.
La película de Rossen repite esta secuencia, pero no señala que quien muere sea Oxiartes, sino el auriga, y más, por la forma en que se deshace de él para huir. Stone omite este episodio.
En verdad, la película parece seguir más bien la narración de Dioniso Sículo. Es cierto que antes, Curcio habla de una jabalina, anónima, que cae sobre el carro del rey y cunde el rumor de que ha muerto.
Pero es el épico Dionisio quien introduce por primera vez la afirmación de que es el propio Alejandro quien lanza esa jabalina contra el rey Darío:
Alejandro lanzó una jabalina contra Darío y erró, pero, alcanzando al conductor del rey que estaba de pie a su lado, lo derribó.
ὁ μὲν Ἀλέξανδρος ἀκοντίσας ἐπὶ τὸν Δαρεῖον τούτου μὲν ἥμαρτεν, τοῦ δὲ παρεστῶτος ἡνιόχου τοῦ βασιλέως κατατυχὼν κατέβαλεν.
Esta referencia de Dioniso concuerda más con el film que la de Plutarco u otras.
LA HUÍDA.
el director ofrece varias perspectivas de la huida en carro del rey,
y se detienen en ella.
Darío ve que los macedonios van directamente a por él, como ya les había ordenado Alejandro en la arenga, y Darío maniobra con las riendas, haciendo girar el carro, y mostrando de forma patente la huida, la derrota y cierta cobardía que se deduce de todo ello. En esto parece que Rosen o los directores artísticos, han querido seguir el mosaico de Pompeya, que también destaca el giro del carro como imagen de la huida.
Darío huye de forma evidente, aturulladamente, y Alejandro, a pesar de tener que batallar con los persas, parece querer perseguirlo.
Los macedonios en persecución de Darío llegan a hasta el carro abandonado de éste
Rossen, entonces, hace una elipsis, y ha de suponerse, también, pues no hay diálogos en toda la secuencia, que los macedonios han perseguido al rey en fuga. Stone, más fiel, nos muestra el abandono de la persecución por parte de los macedonios. Pero Rossen nos muestra el final de la persecución de Darío, lejos del campo de batalla, con el encuentro de su carro y las armas.
Este episodio más bien se produjo esto después de la batalla de Issos, con la huida tan apresurada del rey, y no en Gaugamela, pues el rey reorganiza a gran parte del ejército que todavía tenía, y emprende la retirada por el camino de las montañas de Bactria.
Los macedonios en persecución encuentran el arco y el escudo de Darío, y alborozados, los soldados gritan ¡Ha escapado, ha huido el rey de Persia, el gran Darío!
De esta forma, un tanto precipitada al final, concluye la escena de Gaugamela.
Ya decimos, en comparación con las otras dos, Queronea y el Gránico, y salvo por las escenas de los carros, a las que no se le sacó todo el partido, Gaugamela es la más deslucida de las tres, si nos referimos a la batalla misma.
Es de reconocer, con claridad, que Rossen apuesta por el lance de la jabalina, cuando este no era tampoco algo aceptado y recreado por otros autores y los historiadores, salvo Dionisio de Sicilia. Posiblemente lo haya tomado de éste.
Pero, ya decimos, de las tres, ésta es la menos lucida, de menor duración, sin diálogos, con muchas cosas dadas por supuestas, y unos combates típicos de un peplum convencional, salvo por lo de los carros.
También hay que decir que Stone seguirá en parte a Rossen, aunque lo que hace lo magnifica y le dota de una espectacularidad mayor.
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