martes, 13 de junio de 2023

Captains Courageous (1937): CON LA MIASMA (CLÁSICA) A BORDO.


UN PASAJERO EN UN BARCO DE PESCA, MAL AUGURIO. LA ASAMBLEA DE LOS PESCADORES.


    El fatum, los malos presagios, una maldición, sobrevuela sobre el barco de pesca ese mismo día que se recoge al chico Harvey.

Se tiene noticia de esto en la cena de a bordo, la primera que se muestra en escena.

Allí están todos los marineros, junto al capitán y su segundo. Sólo falta uno de los marineros, en cubierta haciendo la guardia, y el chico, que orgulloso y soberbio, ha sido castigado por el capitán sin la cena.

En la conversación empieza, cómo no, a hablar del chico que han rescatado del mar el día de hoy.

     El capitán Disko, Tío Salters, Manuel y el resto de los pescadores en la cena que equivale a una asamblea del pueblo.


- Para ser tan pequeño, tiene mucha imaginación.

- Dice que su padre es el dueño de aquel vapor – exclama Manuel.

- Sí, lo que es palique, no le falta al niño, confirma otro de la mesa.

- Y miente tan bien que podría escribir novelas, coincide otro.

- Yo le colgaría del palo mayor, asevera otro ya cansado en tan poco tiempo de la soberbia vista del niño.

- Os digo que ha sido por culpa de la caída. Le ha dejado trastornado- El Tío Salters, casi el segundo de abordo, cuenta la anécdota de un primo suyo, socarrón-. A un primo mío le pasó lo mismo en el pueblo. Se cayó de un granero y estuvo jugando con muñecas treinta años.

Las carcajadas en la mesa son estruendosas.

 El tío Salters contando la anécdota.

- Yo que usted, – dice seriamente John el Largo, mirando fijo al capitán Disko - en cuanto que levantara la niebla, lo cogería y lo llevaría a San Juan.

- No, exclama Manuel.

- Hablo en serio.

- Y perder dos semanas de buena pesca, dice Disko.

- Es mejor que correr el riesgo de tres meses de mala pesca, se planta el Largo.

Manuel, intentando quitar hierro a la cosa, que se sospecha se ponga tensa, interviene:

- El señor Karamanlis siempre con sus ideas luminosas. - hay que suponer, por el apellido que menciona Manuel, que es un marinero griego y, por tanto, casualmente es el que abre el asunto del fatum en el film.

- Es un pasajero en un barco de pesca – dice algo nervioso, moviendo el cuchillo en la mano pues ha dejado de comer – y eso trae mala suerte. (Y tan seguro está que saca a luz un episodio, de tantos relatos a los que los marinos son muy aficionados, con una interrogación retórica) ¿Qué le ocurrió al Orinoco cuando recogió a un pasajero en Terranova el año pasado? Al volver, murieron dos hombres, y apenas pudieron coger un quintal de pesca.

John el Largo atemorizando a los pescadores con la mala suerte que trae el chico Harvey.


El mismo Manuel, atónito, lo corrobora: Pues es verdad.

- Mi hermano iba en el Bedford … – empieza a contar otro marinero, pero es cortado por el largo, que sigue excitado

- Había un pasajero en el Dorothy C. cuando lo abordó un trasatlántico – sigue ya más animado el Largo.

- Eso no quiere decir nada – intenta rebajar la tensión el capitán-. Se han perdido muchos barcos en Gloucester que no llevaban ningún pasajero a bordo. Yo no era más que un pasajero en el barco de mi padre y, sin embargo, nunca le di mala suerte. Igual que …

- El hijo del patrón no es ningún pasajero – le interrumpe en seco el Largo, mientras el de al lado le pasa una bandeja para que se sirva. El Largo lo coge, y lo deja al lado sin coger nada. Y vuelve a la carga: Capitán, cuando pescamos aquí el año pasado, la carga rebosaba hasta las bordas de las barcas. Y llega este crío esta mañana y ¡fíjese en la pesca de hoy!

-Oye, Largo – le recrimina el capitán, dispuesto a cortar de raíz el asunto -, un momento. - y trata de inventar una treta-. En este barco no hay ningún pasajero a bordo. 

 

- ¿Cómo que no? – salta el Largo, suspicaz.

- Porque lo he hecho miembro de la tripulación. Y desde luego, está claro que, si yo le pago un sueldo, ya deja de ser un pasajero, ¿verdad? – el capitán quiere convencerse del silogismo que se está inventando ahora mismo, pues no está muy seguro, y hasta mira a Manuel para corroborarlo.

Todos los de la mesa asienten con la cabeza en un principio, pero a John el Largo no le convence lo que dice el capitán.

- ¡No, señor! – exclama sentencioso -. No se puede ahuyentar la mala suerte pagando. Repito que sigue siendo un pasajero mientras no haya hecho ningún trabajo.


 


- El Largo tiene razón – asiente ahora el que está a su lado con la voz ronca, el primer convencido, y no el único ya a estas alturas, de que la mala suerte acecha a la travesía.

- Bueno, trabajará cuando el hambre le apriete – se mantiene firme el capitán

- Pero, ¿y las cosas que pasen de aquí a que empiece? – sigue como pájaro de mal agüero el, al parecer, marinero griego, el Largo Karamanlis.

- ¡Ya está bien! – vocifera hasta el capitán Disko. Y se ve que, no le ha quedado más remedio que improvisar una solución para la situación creada, les expone lo siguiente. - He decidido esto: Manuel es el responsable de que está a bordo, y él se encargará - se queda un momento dudando- …de hacerle trabajar.

 

                                            El capitán Disko se enfrenta a el Largo

Claro, si trabaja, ya no será un pasajero, Disko espera que esta estratagema ahuyente de los supersticiosos y temerosos marineros la idea de la mala suerte.

Manuel, al que coge esto de sorpresa, exclama ¡Yo!

- ¡Sí! - se lo recalca Disko-. 

Alguien dice por la mesa Es tu obligación; otro corrobora Sí, Manuel, es lo justo.

Manuel mira de forma furibunda a sus compañeros de la mesa, no le gusta nada lo que le están imponiendo. 

Aun así, exclama también 

- ¿Yo le haré hincar el hocico a los despojos! - dice Manuel, en relación a la tarea que le mandó hacer Disco al joven Harvey, y que éste se negó.

- A ver si es verdad.

- Por favor, Manuel, no queremos tener el maleficio a bordo, interviene por primera vez el cocinero, negro para más señas, con lo de supersticiosos que se les supone por el estereotipo asociado a ellos.


 

                        El cocinero le suplica a Manuel que haga lo que le dice Disko.

Suena la campana de la guardia y Manuel se levanta de la mesa.

- ¿Vas a hacerlo ahora? – le pregunta el Largo, aparentemente más tranquilo ahora con la propuesta del capitán.

- Ahora voy a hacer mi guardia.

- Hablo en serio, Manuel, insiste el capitán Disko.

- ¡Ya vale, ya vale!, exclama el portugués, atosigado. Tengo que pagar doblemente mi error. Me gustan los críos como una cuba de veneno. ¡Y éste es como dos cubas! Si se pone tonto conmigo, ¡volveré a tirarle a los peces!

Y cogiendo su inseparable zanfona, sube por la escala a la cubierta. Por detrás se oyen algunas carcajadas.

Una vez arriba, Manuel sustituye al otro marinero, y se encuentra con Harvey. Allí será la primera lección de esa pedagogía sutil y directa a la vez, con la que el pescador irá educando y enseñando al joven caprichoso.

       

Manuel coge la zanfona para subir a la cubierta y tratar de convencer al chico de que trabaje y se convierta en uno de la tripulación.


NOTA 1: según hemos podido ver, en la novela original de Kipling, el fatum  o mal augurio está flotando y sobrevuela amenazante todo el relato. Su principal propagador es, como en el film, John el Largo. Sin embargo, la escena de la reunión en la cena la primera noche que recogen a Harvey no aparece en la novela Y tampoco… está mal augurio de “recoger a un pasajero en un barco de pesca”.

Como uno desconoce de todo esto, nos parece raro que este augurio sea verdad, pues parecería que se negaría el auxilio, si fuera así, a cualquier náufrago que se les cruzara en el mar.

Sin embargo, hay un momento en el texto de Kipling que si se le asemeja, aunque se a un poco. Sucede cuando se encuentran en los bancos de Terranova, al parecer, una goleta con fama de maldita. Su patrón lleva años cargado de deudas, la tienen mal aparejada, y cuando la ven, aparece envuelta en una marejada y finalmente, no se sabe bien, parece hundirse. 

Es entonces cuando se tiene un diálogo similar a esto que sucede en el film.



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