martes, 30 de mayo de 2023

LA TABERNA DEL IRLANDÉS (1963). LA "PRINCESA" AMELIA SE DESCALZA.

                                  

LA TABERNA DEL IRLANDÉS (1963). LA PRINCESA AMELIA SE DESCALZA.

Una bella y rica ejecutiva de Boston, Amelia Dedham, tiene que viajar a los remotos Mares del Sur a resolver una cuestión de herencia y, al tiempo, conocer su padre, al que no ha visto hasta entonces. Éste, el doctor Dedham, luchó en esa zona en la II Guerra Mundial, y finalmente había optado por quedarse allí en la Polinesia y servir a los nativos de las islas, por su condición de médico.

En esa isla llevan una plácida e idílica existencia dos amigos, Donovan-Wayne y Gilhooley-Lee Marvin, que pasan los días en armonía con los nativos y disfrutando de las bondades de aquellos lugares.

La recepción de la rica heredera, Amelia, cuando llega a la isla Haleakaloha es un momento importante del film.

Sin embargo, el doctor debe ocultar que ha desarrollado allí una vida y una familia, ajena a a la de su primera esposa. Por eso, se les ocurre que sus tres hijos pasen a ser hijos de Donovan, en tanto Amelia esté en la isla.

Donovan-Wayne se encarga de recoger a Amelia cuando llega a la isla.

El día fijado, se acerca junto con las canoas de los nativos a recogerla del gran barco en el que ha llegado. 

- Capitán, ¡hola! ¿Está usted con la señorita Amelia Dedham, de Boston?

El capitán asiente, y a continuación se muestra la propia Mrs. Amelia. Donovan-Wayne la saluda hospitalario, pero Amelia se mantiene estirada, incómoda y a disgusto.


     

- Aloha, me llamo Donovan. Bienvenida a Haleakaloha. Su padre está ausente en las islas meridionales. La ayudaré a bajar.

- Gracias, señor Macdonald, responde Amelia como si estuviera ante un subordinado.

- Mi nombre es Donovan, responde Wayne, que advierte el tratamiento descortés de Amelia.


Empieza la operación del descenso, que sorprende a Amelia, pues va a tener que saltar por la borda, a lo que lo que parece. El capitán la advierte.

-Tenga mucho cuidado, señorita…


- Capitán, sé muy bien cómo se baja de un barco, le responde con suficiencia y cierta impertinencia Amelia.

A continuación, y sin que nadie se lo diga, se descalza de sus zapatos, y se los arroja uno a uno a Donovan, con un gesto de cierta superioridad.


 


Donovan los recoge desconcertado ante la conducta de Amelia.

Donovan-Wayne, una vez recogidos los zapatos, dirige a continuación las operaciones desde la canoa, le indica lo siguiente:

                           

- Ahora, arrímese a la barandilla, - y entonces Amelia lo mira con sorpresa e incredulidad-. Y siéntese en la borda, con las piernas fuera, para poder saltar mejor.



- Tenga cuidado, señorita, mucho cuidado, le vuelve a repetir el viejo capitán.

Amelia se sube a la barandilla, levanta los pies y se sienta en el borde, esperando más indicaciones. 

El capitán le repite, Sujétese, y la agarra del brazo al tiempo.


Donovan, en la canoa, inicia la aproximación: Adelante, Sam, - le dice a uno de los de la canoa-, cuidado con las olas… Fíjate bien, un poco más a estribor, pon atención.

Ella se recoloca, expectante, sobre la barandilla.

- Ahora va bien, ahora, sigue diciendo Donovan. 

Cuando ya está cerca de la borda del barco, de pie le pide la mano para sujetar a Amelia.

- La mano derecha

- ¿Así?, dice insegura Amelia.

 

- Un poco a babor, les repite Donovan a los remeros. Pero, de pronto, algo pasa, y exclama: ¡Eh, no, a estribor!

Y entonces, sin poder evitarlo, caen los dos agarrados al agua.



Desde ese momento, la furia hará presa de la señorita, llegará empapada a la isla, su gorro queda sin forma, recibe las burlas de Marvin, mientras los felices nativos, ajenos a todo ello, hacen un recibimiento igual con cánticos y loas.

Wayne, sin embargo, la trata bruscamente, también airado por el chapuzón improvisado, y las malas formas que ha mostrado la incómoda Amelia desde el principio.

Y de esta forma es la estrepitosa y reveladora llegada de la rica heredera a la isla. 

Empezando con su descalce, y siguiendo con el chapuzón inesperado, el trato igualitario y la ironía de tosa la situación, el personaje queda despojado de su personalidad estirada y superior frente a los isleños y la isla.

El descalce, junto con toda la situación, la primera hospitalidad de Wayne, la  desagradable superioridad de Amelia, el chapuzón y todo lo que sigue, forma parte de la carta de presentación del personaje. Adelanta, además, los siguientes acontecimientos que se desarrollarán en el film.


DESCALZA EN UNA NUEVA REALIDAD.

El pie, el descalce, por lo tanto, forma parte de uno de tantos gestos que contribuyen a desvelar la personalidad oculta de Amelia, además de señarle el cambio de situación en el que se va a encontrar a partir de ahora.
También está lo del tropezón, la caída, al agua, la pérdida del sustentamiento de tierra, el agua.
Ya no sigue en Boston, ahora está en Haleakaloha.
Es claro que, si nos dejamos llevar por estos elementos populares, el gesto de descalzarse de la estirada Amelia implicaría, todo esto, claro, algo exagerado, implicaría el despojamiento de su identidad, si hemos de atender a que en muchas ocasiones la identidad de los personajes es simbolizada por una marca en los pies, zapatos, ...
Es evidente que sus gestos, impacientes, su incomodidad, etc., lo manifiestan claramente. Pero, a pesar de esto, parece un elemento de cuento popular esto de que un personaje, según llega a un lugar, se descalce y quite los zapatos.
Parece obvio que en el film Amelia lo hace para realizar el descenso del barco de una forma más cómoda y práctica. Pero, poniéndonos a elucubrar, parece una especie de gesto simbólico también.
Así ocurre con la Cenicienta del cuento, y su zapato extraviado. Sólo que aquí, ya de entrada, le arroja los zapatos a quien será, claro, su futuro príncipe, Donovan el irlandés. Aunque ellos mismos, claro, aún no lo saben y lo irán descubriendo a lo largo del film.
Por poner un ejemplo, en la película Vacaciones en Roma, sabemos que la princesa Anna hace una escapada de su opresiva corte imperial, y se pierde por un día y en compañía de un periodista desaprensivo, se pierde por un día, anónima, en la Roma popular y vital, lejos del formal palacio. Y lo primero que hace, antes de iniciar el tour en la desde entonces famosa vespa es, curiosamente, cambiarse de calzado. De esta forma, entra en esa otra Roma con un calzado distinto y nuevo, siendo otra persona como en la que se ha convertido, aunque sólo por un mágico día.
Volviendo a Haleakaloha, todo esto que decimos es exagerado, claro, pero ya puestos, la llegada de Amelia a la isla, su gesto contrariado, la recepción de Donovan en la canoa, el descalce para bajar más fácilmente, el descenso del barco con chapuzón incluido y la llegada a la playa airada y enfurecida, parece suponer, y va acompañada de este tema de su descalce previo de sus zapatos, identidad suya, rito previo a la entrada a otro mundo y otra realidad, ...
Claro que todo esto es sacar demasiadas cosas de lo que es un simple gesto, quitarse los zapatos, lógico y necesario, que Amelia realiza de la forma más natural y espontánea, sin otra pretensión que estar más cómoda para abandonar la fragata en la que ha llegado desde el otro mundo, desde un Boston frío, gris y envejecido, para llegar a un mundo nuevo y de fábula, la isla Haleakaloha
Isla de fantasía Haleakaloha a la que entra y se adentra, claro, descalza, además de remojada, burlada y enfurecida.


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