EL ESPÍA DESCALZADO: SLOW HORSES
“Slow horse” parece ser una
expresión hecha en inglés, literalmente quiere decir “caballos lentos”, como se
traduce en la película, pero parece ser que el significado real es el de
ineficientes, inútiles, inservibles.
Su nombre ya lo indica todo, ciénaga.
Se trata de un reducido grupo de espionaje, una sección marginal, ajena a los
asuntos importantes, especie de caladero secundario adonde envían a los agentes
que, por una u otra razón, han resultado ineficientes en el desempeño de su
labor detectivesca.
En este marginal y desprestigiada
sección nos encontramos a Cartwright, uno de los protagonistas.
En la operación, un posible atentado
en un aeropuerto británico, una falta de entendimiento entre Cartwright, en la
acción, y un supervisor quien regula la intervención a distancia y por
audífono, resulta ser letal. Cartwright confunde al sospechoso, al entender equivocadamente
el color de su camisa, eso es lo que parece, detienen a un inocente, y el verdadero
criminal, al que realmente buscaban, hace explotar una bomba, con el resultado
de varias muertes.
Y, además, el tal Cartwright acaba defenestrado.
En lugar de salir expulsado del servicio secreto para siempre, se le da permite
una cierta gracia. Eso sí, pasando a formar parte de ese grupo marginal y desprestigiado,
que es la Ciénaga.
La
primera escena, después de este episodio introductorio, el del atentado, nos muestra
un habitáculo en penumbra. Se vislumbra en él, la cámara desenfocada a
propósito, tirado sobre un sofá, la silueta de alguien. En primer plano, una mesa
con envoltorios, tazas de café sucias, un despertador minúsculo, todo muy sucio
y dejado.
Después de esta vista general del habitáculo, la cámara se pone desde el lado final del sofá, de donde sobresale en primer plano los pies.
Es casi la presentación del personaje,
sus pies, la primera imagen que tenemos de él. Se ha descalzado, claramente, y
los pies llevan unos calcetines, rotos por el dedo gordo y por
allá, para más señas, del individuo que, cuan largo es, es su propietario.
Se nos muestra entonces en primer
plano la silueta. Es un personaje que se encuentra vestido, ha pasado la noche
durmiendo sin cambiarse de ropa, solamente se ha quitado lo necesario, es
decir, los zapatos.
De inmediato, algo pasa, los pies empiezan a moverse con un espasmo, y el individuo como que despierta. Se recuesta. Tiene expresión fatigada y molesta. Hace un gesto como de no saber dónde está. Luego se reincorpora y se sienta en el sofá con gesto hastiado.
El plano muestra en repetidas ocasiones el diálogo entre ambos de una forma peculiar. Es decir, vemos a Cartwright de pie, ante su jefe, ya dentro del despacho; de su jefe Oldman solamente se atisban sus dos pies, cruzados, sin zapatos tal como había dormido, mostrando sin recato sus calcetines, apoyados irreverentes sobre la mesa. Esa es la disposición de ambos en la conversación.
Aquí tenemos, pues, como complemento
de la caracterización del Oldman, su anomalía deambulatoria. El que no se
encuentre calzado puede significar muchas cosas, que se le pueden añadir a la
figura del agente.
Éste se nos muestra por su forma de hablar
y dirigirse a Cartwright, cansado, harto, fracasado, en un puesto marginal, a
punto de dejarlo. Bajo su mando, un grupo de agentes que son también
fracasados, ineficientes, que por eso purgan en esa sección dejada de la mano
de los dioses su incompetencia.
Los pies sin zapatos corroboran esa desidia,
despreocupación, desinterés. Muestran, además, debilidad, inseguridad, según es
general. El hecho de estar sobre la mesa señala su perfecto despego hacia las
normas y la jerarquía, junto con esa desgana y ese vacío que exhibe su persona.
También cierta actitud despótica ante
el subordinado.
El plano no evita, nos muestra, se explaya a propósito en esos planos, Oldman con los pies sobre la mesa y Cartwright de pie, en el diálogo. De hecho, la conversación entre los dos personajes parece ser entre Cartwright, por un lado, y los pies de Oldman, como muestran los sucesivos y alternados planos de la escena.
Hay como una distancia, tal como lo
enfoca la cámara, desde esos pies descalzados en la mesa, marcando distancia, y
el rostro y la figura de Oldman, mucho más lejano.
Esto se corrobora con el descrédito que
para él, tiene toda esa sección, su sección, él incluso, y que no se recta en
echárselo a la cara en cualquier momento. “Sois unos ineptos, ¡qué os habéis
creído!, unos perfectos inútiles”, repite como cantinela o leit motive
de toda esa su sección.
Como hemos visto, esta anomalía deambulatoria, (no se refiere a su forma de caminar, claro, sino a la señal de los pies), demuestra una identificación del personaje, es decir, la refuerza. No hace más que esto. Por medio de ella podemos intuir, también, la personalidad un tanto rota y desvaída del personaje.
Sin embargo, contrasta con ella, pues
Oldman demuestra un liderazgo indiscutido, a pesar de toda esa presentación
desmañada, y lo ejerce como tal.
Los pies descalzados, pues, no son, en principio, un síntoma de debilidad, una muestra de vulnerabilidad, al menos hasta ahora. Nos muestra a un personaje que si, debe ocultar algo, pero hasta el momento, se nos presenta como ajeno a las normas y al respeto institucional, como luego se verá, crítico con sus superiores, un personaje singular, que se rige, en principio, por criterios propios, aún en su posición jerárquica de mando sujeto a otros. Una especie de rebelde, digamos. Sin poder, ese poder o dignidad que antes tuvo, y que ahora, marginado, desempeña en horas bajas y descalzado.
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