" "¡Qué trueno tan imponente y tan irregular!", pensé, de pie junto a la chimenea entre los cerrros de Acroceraunia..." Así comienza este pequeño relato de H. Melville, "El vendedor de pararrayos", relato un tanto peculiar y con esa sutil ironía habitual en este autor.
Como su título indica, el asunto trata precisamente de un personaje que se presentea en casa de un señor, este que habita en ese parlante nombre de Acroceraunia, en plena noche tormentosa y relampaguenate, cuya profesión es esa justamente, vender rayos.
Desde el principio, el escéptico propietario lo rabautiza con ánimo festivo con el personaje mitológico:
- "Caballero..., ¿tengo el honor de recibir la visita del insigne dios Júpiter Tonans?"
A artir de entonces, se inicia un debate entre uno y otro, llegando a veces al absurdo, mezclando en algun momento ortodoxia cristiana y sacrílego paganismo, hasta llegar al final de la historia.
Resulta curioso ver investido en un humilde y presuntuoso vender`or de pararrayos en la nueva ubicacuón en que ha venido a decaer la antigua excelencia máxima y poderosísima del potente y ancestral dios de los indoeuropeos, grigos, indios y romanos.
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