
De ahí que acuda a esta figura mitológica, famosa por tener un encargo imposible e inacabable, esto es, subir una piedra a lo alto de un monte y cuando ya estaba a punto de colocarla en la cima, la roca invariablemente se veneía abajo rodando por la ladera y Sísifo debía comenzar su tarea, interminable, de volverla a subir.
El contexto es el siguiente. Después de Días de radio, W. Allen se plantea su siguiente obra, Septiembre .
"Como ya he explicado, yo tenía la intención de hacer algo chejoviano... Cuando terminé de rodar, uní todas las partes y contemplé la obra que había forjado, pensé que si era digna de Chejov; de Moe Chejov, el fontanero... Pero... a pesar de que todos (los actores) ofrecieron unas actuaciones fabulosas, Septiembre naufragó...

Aquí vemos cómo W. Allen, de nuevo, reinterpreta el mito, el de Sísifo en este caso, y le da su peculiar toque aplicado a su circunstancia particular, y además, le da su toque chistoso, que quizás no lo fuera tanto.
Es verdad que hace una salvedad en el mito, cuando dice que "la satisfacción residió en intentarlo", quizás aproximándose a la interpretación existencialista que luego le dio Camus, esa precisamente que no entenderían los inversores. Aquí les da una nueva puntada, diciendo claramente que ellos, los inversores, están en el negocio de las pelíulas por la rentabilidad y nada más. Y Allen reconoce que se ha salido del guión que su antiguo compañero y prductor le aconsejaba, "si es gracioso, ..."

Y, bien, dice que, a pesar de todo, lo intentó y en eso consistió la satisfacción. pero el esfuerzo y la labor era tan excesiva que acabo con él y sus intentos.
Y, en forma de toque gracioso, añade que no solo la piedra lo sepultó a él, sino a sus inversores, es decir, que a diferencia de Sísifo, Allen intentaba arrastrar la piedra montaña arrriba no él sólo, sino con un grupo de allegados, los inversores, que también acabaron arrollados en el intento, sin saberlo y sin saber nada de Camus, como dice en tono irónco ni, desde luego, de Sísifo.
En otro momento hará una escena paródica de la recepción de su grupo de inversores ante la nueva película que ha terminado, Sombras. Lo más inocente que se le ocurre a uno de ellos es exclamar "¡Siemore nos sorprendes, eh!".
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