, ... elevan en la noche su hermosa voz y loan a Zeus tempestuoso, ...
En otro tiempo, a Hesiodo eneseñaron ellas un hermoso canto mientras apacentaba él sus rebaños bajo Helicón sagrado. ...y me dieron como báculo pastoril una rama de verde laurel admirable de coger; y me inspiraron una voz divina, con objeto de que pudiese yo decir las cosas pasadas y futuras; y me ordenaron que cantase a la raza de los dichosos Inmortales y a ellas mismas, que cantara siempre desde el principio hasta el fin.
"... Y un día me cambió la vida cuando mi padre me llevó a Manhattan para compartir conmigo lo que hoy se llamaría "un momento importante"... Yo tenía siete años y hasta entonces solo había visto Brooklyn.
Tomamos el metro, nos bajamos en Times Square, subimos las escaleras y salimos a la superficie en la esquina de Broadway con la Cuarenta y dos. Yo estaba estupefacto... Una hilera interminable de salas de cine subiendo por Broadway y cubriendo ambas aceras de la calle Cuarenta y dos. Mujeres estilosas... Tipos que tocaban por dinero. El cartel de la tienda de ropa Bond, el cartel del cigarrillo Camel...
De modo que subimos por Broadway, pasando delante de una sala de cine tras otra y por los restaurantes... Entramos en varios salones recreativos, comimos salchichas... y tal vez viéramos alguna película. Yo era tan pequeño que no me acuerdo bien, salvo que experimenté una pasión instantánea por Manhattan y, con los años, regresé cada vez que se me presentó la oportunidad. Para mi no hay recuerdos más dichosos que hacer novillos, subirme al tren en la Avenida J de Brooklyn y viajar hasta la ciudad. A esa hora el Paramount ya estaría abierto y yo veía una película y el espectáculo de variedades..."
Parece en verdad el encuentro maravilloso, la epifanía deslumbrante de las ninfas artísticas, ya no las de Hesiodo, sino las del cine y los espectáculos de variedades, la que se ha apoderado del joven Allen para no abandonarlo ya más.
Al igual que el poeta de Beocia, que tiene una visión descansando en el monte, en el que ve un cortejo de ninfas y musas que le hablan, Allen se ve deslumbrado por el ambiente maravilloso, eso sí, de la cultura popular, los cines, la mezcolanza de gentes, los anuncios, los espectáculos, ... de la ciudad de Manhattan, tal cual ahora monte Helicón, por la que, al igual que el poeta griego, se siente irresistiblemente atraído.
Es una especie de consagración temprana en el mundo de las artes y los espectáculos populares, del que él luego se convertirá en un autor de renombre. Aunque esto no lo dice ahora, como sí lo destaca el poeta griego.
Es claro que se opone totalmente al ambiente idílico, bucólico y sagrado del poeta con las musas de Helicón, el contraste es total.
Por un lado, la visión griega del poeta es la del autor como un personaje con una misión y función sagrada y religiosa, al mismo alcance que un sacerdote, con el que comparte cierta funciones de interlocutor, además de una visión elitista de su labor creadora, solo dirigida a loar a los dioses y a las musas.
Por otro, tenemos a un representante de la cultura popular, desacralizado, un autor profano, propio de una cultura urbana, en una sociedad de consumo, de masas, como es el espectáculo que ofrece Broadway.
Pero como si dijéramos, el momento de iniciación y deslumbramiento en uno y otro es similar y el atractivo igual de efectivo.
Como decimos, es una comparación superficial de los dos momentos, pero el efecto que manifisean uno y otro tienen cierto parecido