La verdad es que la mayoría de las veces, no en todas, cierto, que cierro la tapa del último libro leído de Pérez Reverte me da la sensación de que cada vez lo hace mejor, más completo, unitario, cuidado en los detalles, en el léxico, la descripción de situaciones, personajes, lugares, etc., y le deja a uno con la sensación de haber leído algo cerrado, terminado, mejor que el anterior.
Éste es el caso también de su última novela, Sidi, donde se atreve a relatar a un personaje, un icono de la historia de España como Ruy Díaz, Ródrigo Díaz de Vivar, el Cid, Mío Cid, Sidi en la parla árabe de la época.
El libro apenas se centra en un breve espacio de tiempo, ni siquiera el de más plenitud, que quizás podría ser la toma de Valencia posterior a lo narrado en esta novela, o los juramentos de Santa Gadea previos, de los que hay alusiones en la obra. Pero retrata a la perfección las cualidades del personaje y del mundo salvaje, cruel y violento de la vida en la frontera entre los mundos árabes y cristianos, los diversos señoríos y reinados cristianos y árabes, continuamente enfrentados entre ellos y en una mescolanza increíble de entender a primera vista.
Además, como ya decía el autor en sus entrevistas de promoción, el libro tiene muchas lecturas detrás de técnicas y dotes de mando de un líder al frente de un grupo tan variopinto y dispar como el de soldados mercenarios, y entregado a una tarea en la que la vida y la muerte solo están separadas por un débil hilo de seda.
Entre estas cualidades de líder, y recurriendo a los referentes, algunas podrían estar sacadas de las biografías del propio Julio César. Es decir, todas aquellas que se refieren a la actitud de Sidi frente a los miembros de su mesnada. Como se decía de César, Sidi comparte las fatigas y necesidades que sus propios soldados (cosa que en alguno momento llaman la atención de aquellos otros con los que se enfrenta o para los que trabaja por un sueldo), no toma para sí ningún privilegio que lo haga separarse de su tropa, prepara su caballo y arreos el mismo, no lo deja en manos de otro, descansa lo mismo que los otros, entra el primero en combate, no renuncia a la lucha, de hecho sufre algunos percances en los enfrentamientos que se prodigan a lo largo de la novela; en los momentos delicados, de vida y muerte, asiste, de forma austera y seca sí, pero presente junto a ellos, a aquellos en los momentos de perecer; en fin, un largo decálogo de normas , códigos y valores que se van desplegando muchas veces inadvertidamente, pero que están obviamente presentes de continuo, a lo largo de la obra.
Es decir, seria un perfecto líder, y en este tipo de actitudes y conducta, semeja la de otros grandes personajes históricos, empezando por el propio Julio César, si leemos por ejemplo la biografía de Suetonio sobre éste. En ésta encontramos estas normas, valores y códigos de conducta muy parecido a los que Reverte cuenta del Cid. Entrar sin miedo al combate cuando se requiere, sufrir las mismas penalidades que la tropa, ser incluso más austero y resistente que ellos, atender a los malheridos, y cuantas actuaciones pudiéramos desglosar en este sentido, aparecen en la obra de Suetonio para calificar también a César de líder perfecto y su vinculación a las tropas por el mero acto de participar de las mismas condiciones de dura vida que ellos.
Se me vaiene a la cabez ahora otro personaje histórico clásico, Alejandro Magno, de quien se decía lo mismo que de César y de Sidi (recordar, por ejemplo, las escenas de la película de Oliver Stone en que acompaña a los soldados en trance de morir), o Lawrence de Arabia en la película de Peter O´Toole (aunque aquí con el fatalismo trágico árabe, en el episodio del rescate y posterior muerte del beduíno perdido en el Martillo del Sol).
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