jueves, 28 de junio de 2012

La laguna de Lerna y las serpientes.

Schliemann, después de pasar por el Peloponeso y visitar Corinto, Micenas, Tirinto, Argos y Nauplia, debe esperar una semana al barco que lo llevará al puerto de El Pireo. Aprovecha la ocasión para visitar la laguna de Lerna, donde la famosa hidra de los trabajos de Hércules. Aprovecha para relatar el mito y cuando describe la laguna pantanosa, advierte que está plagada de serpientes venenosas. Cualquiera hubiera relacionado el mito con la realidad, pero Schliemann lo deja así escrito, para que uno haga las conclusiones oportunas.

lunes, 25 de junio de 2012

Ítaca, el Peloponeso, Troya, de H. Schliemann


Acaba de salir este librito de memorias, o mejor, un cuaderno de viaje, donde se relata día a día las visitas, en un clima totalmente exaltado y entusiasmado, de Heinrich Schliemann por estos tres lugares del título, Ítaca, el Peloponeso y Troya. Creo, no lo sé con certeza, que es de los primeros libros de Scliemann que se traducen al español. Tiene otros, especialmente los relativos a Troya, más extensos y detallados. En este de apenas ciento setenta páginas se nos relata día a día sus excursiones y excavaciones apresuradas y sobre la marcha de estos tres lugares. En Ítaca está nueve días, siempre viaja con las dos obras de Homero encima, en algunos momentos se detiene a leérselas a los vecinos de la isla, que se sienten admirados y emocionados, y les pide que les lea más. Schliemann les lee y traduce a griego moderno a la vez, pero en otros momentos lleva tanta prisa que los deja sin la lectura.
El libro está salpicado de anécdotas amenas y divertidas, aunque la mayor parte de él se trata del relato de sus recorridos a pie o en mulo o caballo por la isla de Ulises. Como buen romántico, está casi siempre seguro que todo lo que va descubriendo tiene que ver con los personajes de Homero, cuando encuentra un enterramiento, ese tiene que ser el de alguno de sus personajes, tan atrapado está por la pasión de su lectura.
Siempre tiene a mano alguna cita de Homero que le ayuda a localizar tal o cual lugar, discute con la bibliografía publicada hasta entonces si el palacio de Ulises o la fuente de Eumeo podían estar en tal o cual lugar de la isla, de forma argumentad.
Anota casi siempre lo que paga aquí y allá por tal servicio de guía, por tal o cual urna funeraria que compra a los aldeanos. rsalta la admiración y el orgullo que todavía muestran los de¨´Itaca por su pasado glorioso, aquí se encuentra a una familia cuyos miembros llevan los nombres de Ulises, Penélope y Telémaco; en otro momento, otro de los vecinos le relata un resumen prolijo y detallado de toda la Odisea, reconociéndole que pertenece a una familia analfabeta que ha mantenido la tradición literaria de forma oral.
En algún momento se hace algo rutinario la descripción aqrqueológica de los lugares, la discusión sobre la ubicación de los sitios, el inventario de los restos de murallas, habitaciones, cisternas y enterramientos. Aunque en ningún momento vemos que asome ninguna decepción, sino todo lo contrario.
Y esto a pesar de que antes de emprender este viaje por Grecia (siguiendo a Pausanias, Tucídides y otros autores, no sólo a Homero), que antes de emprender este viaje por la humilde y atrasada Grecia, el arqueológo había estado de viaje casi dos años por todo el mundo. Esto todavía le da más valor al reconocimiento y admiración con que habla de estos pequeños y modestos restos que encuentra, después de haber visto tantas otras maravillas a lo largo del mundo.
Como curiosidad, su hora de trabajo comienza a las cuatro o cinco de la mañana, y casi siempre empieza con un baño en las aguas del Egeo, también, es cierto, por las altas temperaturas de la estación de verano en la que realiza el viaje. Se puede ver también su forma de trabajo poco científica, quizás como sería entonces el trabajo arqueológico. Pero el librito, en su conjunto, es ameno y un buen relato de viajes de un autor emocionado por el descubrimiento de lo que desde muchos años atrás siempre le apasionó, la Grecia de la edad heroica.

viernes, 22 de junio de 2012

La Peña María, Penélope, Ulises y El Médano.















La historia de Peña María

       En 1925 el escritor Leocadio Machado recoge una leyenda local sobre un saliente rocoso de la playa de El Médano (municipio de Granadilla, isla de Tenerife), llamado  Peña María. El relato narra la larga espera de una amante esposa por el regreso de su marido, embarcado años atrás para América. Como vemos, el tema de Ulises y Penélope tiene toda las referencias de formar parte del conjunto de leyendas propias de pueblos marineros. Dejamos aquí el relato, que forma parte del libro titulado  "El loco de la playa", escrito por el autor en homenaje a la playa que frecuentó durante mucho tiempo. El relato se enriquece también, como en los buenos mitos, con la metamorfosis de la protagonista en el elemento natural al que da nombre y contribuye a  embellecer y dotar de fantasí y tradición esa zona de la costa del sur de Tenerife.
(Como dato de interés también, hay constancia de que la flota de Fernando de Magallanes repostó por unos días en esta playa, rumbo de su viaje alrededor del mundo.)

       "Parece ser que en el siglo pasado, o antes, vivieron en Granadilla dos amantes, llamados Juan y María. Él se embarcó para América en busca de fortuna; y ella juró esperarle permaneciendo fiel a su amor. Años más tarde recibió María una carta de Juan en que le participaba que ya era rico y que embarcaría pronto en un buque que salía con rumbo a Tenerife, conduciendo también a otros varios indianos, que venían a terminar sus días en la tierra natal. María esperó, ansiosa, la llegada del barco; mas pasaron primero los meses y después los años sin que llegara a Canarias, ni se supiera jamás cuál fue su fin.

       Unos decían que una fuerte tormenta lo hizo naufragar; otros que un buque pirata lo había apresado, matando a la tripulación y pasajeros, y llevándose todo el oro que tan afanosamente habían adquirido los que, llenos de ilusiones, regresaban a la querida tierruca; pero lo cierto fue que María no supo más de Juan, y que poco a poco el sonroseo de su cara se fue convirtiendo en amarillez de muerte. Salía con frecuencia de su casa y marchaba a campo traviesa hasta llegar a la playa del Médano, que entonces carecía de viviendas; se sentaba sola y como alma en pena sobre esta roca, y se pasaba los días esperando la llegada de Juan.

       Acabó por olvidarse de regresar a Granadilla y por no hablar con persona alguna, llegando a decirse que se quedó muda y sólo salía de su garganta un congojoso rugido, análogo al bramar de las olas. Los pescadores le daban por lástima alguna comida, y, cada vez más triste y escuálida, con la flotante cabellera completamente blanca, acabó por desaparecer, como Juan, sin que jamás aquéllos encontrasen su cuerpo ni los harapos de su traje, por lo que unos decían que el mar, piadoso y condolido, la arrastró hasta unir sus restos a los de su amante, y otros aseguraban que un trasgo encantador la convirtió en roca, que antes no existió, y que es la actual Peña María".


miércoles, 20 de junio de 2012

El curso se acaba, "take on me ..."

Una nueva versión del clásico "Take on me" para este curso que parece que se acaba.

"Las moscas ..."

Antonio Muñoz Molina evoca sus clases de Griego en el instituto, mientras comenta un nuevo libro sobre Grecia. Dice un fragmento así:
"Soy más proclive a pensar en la tradición de los griegos porque hace solo unos días he estado en el lugar donde la descubrí. He visitado el instituto donde hace cuarenta años oí hablar por primera vez de Homero, de Sócrates, de Pericles, de la idea de la democracia y del pensamiento racional, del individuo como ciudadano, del héroe trágico que ejerce su libertad y ha de hacer frente a las consecuencias de sus actos. Ante un grupo de adolescentes bastante burdos y con frecuencia desganados, un profesor entonces mucho más joven de lo que nos parecía a nosotros explicaba los enigmas de la lengua griega y hablaba apasionadamente de dioses y héroes, de la guerra de Troya y la ceguera de Edipo y la condena injusta de Sócrates. Aquel profesor, don Francisco Navarro, habría merecido que le hiciéramos más caso. Y aunque uno andaba trastornado por sus efervescencias hormonales y por su hosca y confusa rebeldía algunas cosas se le quedaron para siempre de aquellas clases de Griego: el gran arquetipo narrativo del viaje de Ulises, por ejemplo; la idea de la resistencia frente a la tiranía, representada heroicamente por las ciudades griegas que se unen contra la invasión de los persas; la noción del individuo que somete a duda los dogmas acatados por todos y que en nombre de su soberanía personal está dispuesto a morir. Si teníamos la capacidad de imaginar un sistema político en el que se pudiera respirar más anchurosamente que en aquel país eclesiástico y cuartelario en el que habíamos nacido era gracias a que unos griegos de veintitantos siglos atrás habían inventado la palabra y la idea de la democracia ..."
El artículo completo se puede leer aquí.