Riña de gatos. Madrid 1936 es la última novela de Eduardo Mendoza. Ganó el premio Planeta del año 2010 y su lectura es muy interesante. Trata de un tema de constante presencia en estos últimos años en España, la Guerra Civil y todo lo que hay alrededor suyo. Según nuestro conocimiento, es la primera obra en la que el autor se sale de su marco de referencia natural, Barcelona,ciudad que ha sido el lugar de acción y personaje propio ya desde su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta, pasando por Sin noticias de Gurb, hasta una de sus última obras, Mauricio o las elecciones primarias ( ¿A qué me sonará este título ahora?).
De Riña de gatos se podrían hacer multitud de comentarios y estudios, ya sea por su estilo, su trama, el ambiente histórico, la caracterización del Madrid a pocos meses de la declaración del golpe de Estado, la importancia de la Falange, la figura de José Antonio, los generales golpistas, o el papel de la aristocracia en aquellos momentos. Junto a este fondo histórico, surge el mundo de la pintura de Velázquez de la mano de su protagonista principal, un importante estudioso inglés de dicho pintor. Las reflexiones sobre la pintura, las descripciones (écfrasis, técnica literaria ya procedente del mundo clásico, que están muy presentes en la novela) de cuadros, el papel de Velázquez, , en fin, un sin fin de temas y personajes aparecen por la obra y que dan a pie a muchos comentarios sobre ellos y su integración en la novela.
En este plano, y muy metido en la trama que elabora la novela, aparece una pintua de tema mitológico, La muerte de Acteón. Aunque no juega un papel importante en la obra, sirve como momentos de reflexión y espera en la trama que desarrolla la novela. Como se ha dicho, se hace una écfrasis de este cuadro en una primera visión del mismo. A medida que avanza la novela, la visión del cuadro se repetirá en unas cuantas ocasiones, tantas como las que tiene que visitar el protagonista la casa del aristócrata español que lo ha contratado.
En este plano, y muy metido en la trama que elabora la novela, aparece una pintua de tema mitológico, La muerte de Acteón. Aunque no juega un papel importante en la obra, sirve como momentos de reflexión y espera en la trama que desarrolla la novela. Como se ha dicho, se hace una écfrasis de este cuadro en una primera visión del mismo. A medida que avanza la novela, la visión del cuadro se repetirá en unas cuantas ocasiones, tantas como las que tiene que visitar el protagonista la casa del aristócrata español que lo ha contratado.
Quizás es demasiado suponer, pero poco a poco, la propia acción de la novela va envolviendo al protagonista en una serie de situaciones que pueden parecerse a la que se narra en el cuadro. Hay que recordar que el mito cuenta la historia de Acteón, un famoso cazador, que sorprende en el profundo del bosque a la diosa Artemis-Diana junto a su séquito de ninfas. En castigo, el cazador será transformado en uno de esos ciervos a los que antes perseguía.
En gran medida, la situación del protagonista a lo largo de la novela lega a derivar en ese estado de "cazador cazado". Por múltiples razones, una de ellas la de su indefinida historia de amor con la hija del aristócrata.
En fin, habría que releer algunas partes de la novela y consultar otras informaciones para saber las conexiones entre el asunto mitológico de Acteón y la trama de la novela. Es una de las muchas referencias que se pueden hacer en esta novela, y que la enriquecen de alguna manera.
Este cuadro de Tiziano, "Diana y Acteón", representa el momento en que Acteón sorprende en su baño íntimo a la diosa Ártemis-Diana. Inconscientemente, pensamos en esta obra cuando leíamos la novela, quizá porque era más conocida para nosotros.
Sin embargo, el cuadro del que se habla en la novela es el que relata el episodio siguiente, el de su transformación en ciervo y su muerte final a manos de sus propios perros. Se titula "La muerte de Acteón", el cuadro que aparece dentro de Riña de gatos. Madrid 1936.
Aquí dejamos el fragmento, la écfrasis, donde se describe el cuadro la primera vez que lo ve el protagonista:
Al quedarse solo Anthony pasó revista a los cuadros que colgaban de las paredes. La mayoría eran escenas de caza, entre las que una llamó poderosamente su atención. La muerte de Acteón pasa por ser una de las más importantes obras de madurez de Tiziano. El cuadro que ahora contemplaba era una hermosa copia del original, que Anthony nunca había tenido ocasión de contemplar, aunque había visto muchas láminas y había leído lo suficiente como para reconocer la obra de inmediato. El asunto provenía de varias fuentes, aunque la más conocida era Las Metamorfosis de Ovidio. Yendo de caza con unos amigos, Acteón se extravía y vagando por el bosque sorprende a Diana cuando ésta se ha despojado de su ropa para bañarse en un estanque. Irritada, la diosa transforma a Acteón en ciervo y es despedazado por sus propios perros. Sin que parezca relevante, Ovidio da el nombre de todos los perros que integraban la jauría de Acteón, y en varios casos el de sus progenitores, indica su procedencia y enumera sus cualidades. La acumulación de detalles acaba por hacer más angustiosa una matanza en la que todos los participantes se conocen, pero no se reconocen ni se pueden comunicar. Cuenta Ovidio que los primeros en dar alcance a su amo convertido en ciervo son dos perros que iban a la zaga pero habían tomado un atajo. De este suceso luctuoso, dice el poeta, no se debe culpar a nadie, porque no es un crimen haber equivocado el camino. Otras versiones dicen que Acteón había querido seducir a la diosa, de palabra o por la fuerza. Otras minimizan la causa: nadie puede avistar una divinidad, con o sin ropa, y salir indemne. Tiziano representa la escena de un modo incoherente: Diana todavía conserva su ropa y en vez de maldecir a Acteón parece como si se dispusiera a lanzarle una flecha o se la hubiera lanzado ya; la transformación del desdichado cazador no ha hecho más que empezar: todavía conserva su cuerpo de hombre, pero le ha salido una cabeza de ciervo desproporcionadamente pequeña; esto no impide que los perros ya le ataquen con la ferocidad que habrían puesto en una pieza de caza ordinaria, aunque en rigor deberían haber reconocido el olor de su amo. A primera vista, estos fallos podrían atribuirse a la precipitación o la desgana del artista ante una obra de encargo. Tiziano, sin embargo, la pintó al final de su vida y en su ejecución invirtió más de diez años. A su muerte, el cuadro todavía estaba en poder del pintor. Pasó por varias manos y recorrió varios países hasta acabar en una colección privada en Inglaterra. La copia que ahora examinaba Anthony tenía un tamaño algo menor que el original y había sido hecha, según pudo colegir, a finales del siglo XIX, por un copista competente. Cómo había llegado hasta el vestíbulo de aquel palacete madrileño era una incógnita que trataba de resolver cuando le interrumpió una voz a sus espaldas.
AAl terminar la novela, el lector puede encontrar bastantes parecidos en la historia del cuadro y lo que le ocurre al protagonista durante su estancia en el Madrid previo ala inicio de la Guerra Civil.
NOTA. en esta dirección hay una buena reseña sobre el libro. También se comenta el papel del cuadro de Tiziano en la obra, refiriendo la comparación que algunos autores han hecho entre Azaña y la República (como Acteón), devorada por sus propios perros (los políticos y los partidos de entonces).
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