Acabo de llegar a Madrid, estaba tumbado en la habitación, mirando al techo. Encendí la televisión, dos semanas sin ella, para nada, las noticias en España da igual que te vayas o que te quedes, parece que aquí siempre estamos con lo mismo, los terrorristas, la huelga de los controladores, la dimisión de Zapatero y... la apagué.
Tumbado como estaba, realmente me parecía que había venido de un sueño. Todavía no me creolos sitios en los que he estado, bueno, perdón, el sitio en el que he estado. las playas, el mar, la luz, las tabernakis y las comiditas, las noches, el barranquito y la finca de arethusa, en fin, todo eso me llega a parecer irreaql, un sueño, algo que solo ha podido existir en mi imaginación.
Icaria es entonces com la isla de Ulises y calipso, la isla Escondida, la Ogiguia. O, en versión cinematográfica, la isla de King Kong, o el valle perdido de Conan Doyle. Se llega y se vive allí con una intensidad que te absorbe totalmente, pero una vez que sales de allí, de repente su existencia se vuelve misteriosa y parece desvanecerse. Sentado en la playita del Hotel Pythegoras, en samos, entre la calima de la tarde, a uno le parecía adivinar que Icaria estaba allí detrás de esa neblina, como una isla misteriosa, pero ahora era difícil, por no decir imposible, regresar allí cuando todo había terminado, el curso, los demás, que se habían repartido cada uno a sitios diferentes.
Estuve dos días en Samos, uno en Vathy, que lo pasé casi toda la tarde en la playita, bañándome a ratos y recordando Icaria. Por la noche di un paseo y ya empecé a notar un poco mucho la soledad, la monajía. Al día siguiente fui a Pythagorou en el transporte público, pintoresco realmente. Ya no me sorprendió tanto, er qequeño y ya lo conocía de la vez anterior. Para colmo, el calor empezó a apretar, hubo bochorno, de hecho hubo un fuerte incendio en otra parte de la isla, y entre una cosa y otra el tiempo se me hizo eterno, largo, tedioso y penoso. Ni siquiera me venía ya recuerdos o aromas icarioticos, estaba uno poseído por el calor, el abatimiento, el no saber qué hacer, qué leer ni nada, mientras el calor atizaba afuera.
Lo único interesante fueron las compras del lamado vaso de Pitágoras en una tiendita que está al final de la calle principal, mirando desde el puerto. El señor de la tienda, muy amable y simpático, nos explicó en un momento el secreto del vaso, vaso que estba por todos lados con una notita dentro de él en el mejor de los casos, pero que nadie se paraba a explicar.
El vaso tiene una línea dibujada en su interior. Mientras no se rebasa esa línea, el agua no se vierte; ahora bien, una vez rebasada, ya toda el agua se desborda. la explicación científica va a la par de la moral: conoce tus límites, se comedido.
tomado de http://www.kikades.com/2008/04/01/la-copa-de-pitagoras/
No hay comentarios:
Publicar un comentario