Tomado de uno de esos correos ¿anónimos? que recorren el mundo cibernético. Evidentemente, la atribución no está atestiguada ni mucho menos, y, sobre todo, no tiene relación ni con la visión del mundo de los antiguos ni tampoco con la del propio Alejandro Magno, caracterizado, si cabe, por la búsqueda de la excelencia y la perfección (el término griego sería areté) en todos los campos de su vida (dicho así, grosso modo). El mensaje tiene el aire de otros del mismo estilo que pululan y revolotean aquí y allá, depositando su lección humana y su enseñanza general en los correos de millones de ususarios. Sin embargo, lo incluimos aquí tanto por el mensaje en sí, como por la curiosidad de que se utilice a un personaje de la Antigüedad para este tipo de reflexiones. De paso, se puede advertir también en relación a este tipo de contradicciones que son frecuentes. Y, por otro lado, esta forma de atribuir mensajes, máximas, dichos célebres, etc., ya procede de la misma antigüedad, en la que muchas de las biografías e hoistorias tenían un fin ejemplar y moralizante, lo que llevaba a añadir reflexiones y palabras a personajes que nunca las habían pronunciado, aun cuando, en cierta manera, dichas anécdotas reflejaran la idea popular o característica de estas personalidades. Bien, aquí va el mensaje:
Alejandro, el revolucionario ...
Los tres últimos deseos de "Alejandro El Grande" Encontrándose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:
1 - Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los propios médicos de la época.
2 - Que los tesoros que había conquistado (plata, oro y piedras preciosas),
fueran esparcidos por el camino hasta su tumba.
3 - Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.
Los tres últimos deseos de "Alejandro El Grande" Encontrándose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:
1 - Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los propios médicos de la época.
2 - Que los tesoros que había conquistado (plata, oro y piedras preciosas),
fueran esparcidos por el camino hasta su tumba.
3 - Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.
Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro: ¿Cuáles eran sus razones?
Alejandro le explicó:
1 - Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos NO tienen, ante la muerte el poder de curar.
2 - Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.
3 - Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos.
EL TIEMPO es el regalo más preciado que tenemos porque es LIMITADO.
Podemos ganar más dinero, pero NO más tiempo.
Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción
de nuestra vida que NUNCA podremos recuperar.
Nuestro tiempo es nuestra vida.
El mejor regalo que le puedes dar a alguien es tu tiempo...
1 - Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos NO tienen, ante la muerte el poder de curar.
2 - Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.
3 - Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos.
EL TIEMPO es el regalo más preciado que tenemos porque es LIMITADO.
Podemos ganar más dinero, pero NO más tiempo.
Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción
de nuestra vida que NUNCA podremos recuperar.
Nuestro tiempo es nuestra vida.
El mejor regalo que le puedes dar a alguien es tu tiempo...
Esto sí, recordamos la anécdota del encuentro entre Alejandro y el filósofo cínico Diógenes, contada por Diógenes Laercio. De esta entrevista, en la que se pregonaba un modo de vivir sencillo y alejado de los afanes que mueven al común de los mortales, parece que Alejandro, pero allá, al final de su vida, sacó la enseñanza necesaria. Aún así, aquí vemos a la figura de Alejandro convertida en un personaje de anécdotas y reflexiones morales (postriormente, protagonizará en la Edad Media El libro de Aleixandre, de orientación, entre otras, didáctica y moralista). así pues, esta atribución nueva que comentamos es una actualización de esta ya larga tradición de atribuciones supuestas a este personaje, eso sí, en consonancia con los tiempos quie corren, las necesidades espirituales de la gente, este nuevo mundo de mensajes y correos más o menos anónimos que recorren nuestras redes a velocidadades vertiginosas, recordándonos mientras tanto, en plena tecleo, recordándonos, esto es, la fugacidad de la vida (fugacidad de los mensajes, esto sí que sí, a saber, la escalofriante velocidad a que viajan estas palabras que uno escribe a Seattle o a otro lugar, y después vuelven, esto es, la fugacidad de la vida, la ansiedad que nos corroe y la dimensión espiritual y trascendente que perdemos al tiempo que nos quedamos enganchados en la red, haciendo lo que haga falta.
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