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El argumento no es muy complicado. Un grupo de hombres han de llevar mil y tantas cabezas de ganado desde Texas hasta Montana, donde las reses escasean.
Entre medias, hay de todo en un western. Ataques de indios, peleas con cuatreros, ahorcados en cualquier árbol, salones y jugadores, etc.
La trama, además incluye un triángulo amoroso entre los tres protagonistas, Clark Gable, Jane Rusell y Robert Ryan. La bella mujer ha de decidirse entre una vida sencilla y de valía, en un rancho, junto a un vitalista Gable, u otra más de oropeles y falsamente atractiva de la ciudad, con R. Ryan.
ESCARCEOS AMOROSOS CON LOS PIES: EN LA CABAÑA CON GABLE Y RUSSELL.
Esta escena de Gable y Russell tiene una réplica más tarde, en otra escena de cortejo, entre Russell y el otro pretendiente, R. Ryan. Aún estamos a comienzos del film, y esta vez son Gable y Russell quienes se encuentran en una cabaña perdida, en medio de la fuerte ventisca, en la que los dos no han tenido más remedio que refugiarse. Gable la había salvado de morir, exponiendo su propia vida, a manos de una bandada de una banda de sioux que, la verdad, tampoco fueron rivales para el personaje, que los fue eliminando sin mucha dificultad aparente. Tal como llegaban, el rifle de Gable los fulminaba, a pesar de lo tembloroso que disparaba.
En esta escena de la cabaña es cuando Gable le propone su amor a la joven, no había sido otra la razón que lo llevó a salvarla aún a costa de su vida, como bien constataba Ryan. Le cuenta su proyecto vital, la vida en un feliz e ideal en un rancho, su dedicación hasta que empezó la Guerra de Secesión. Un rancho fértil y bien llevado en su Texas natal.
Vida en un rancho que, por más idealizada que se la presente, Russell no está dispuesta a repetir, como había hecho su madre cuando formó su familia en uno de ellos.
PIES, AMORES Y EDREDONES.
Entre el minuto 22 y el 26:36, que luego se prolonga, pues el incipiente romance tiene su desenlace definitivo la mañana después, hasta la partida de la cabaña, 37:05, se produce la reveladora escena entre Gable y Rusell en una solitaria e inhóspita cabaña, único refugio ante un fuerte vendaval de viento y nieve.
Allí Russell enciende un fuego mientras Gable sale para acondicionar a su caballería.
Han salvado la vida del ataque de los sioux, y Gable, además, la ha salvado a ella, a Russell, aún a costa de su vida. Ella le da las gracias con un elocuente y significativo "Gracias por venir a buscarme".
Pero no se han librado todavía de todo. Rusell está aterida, con las ropas empapadas, y a riesgo de casi congelarse.
Gable empieza por los pies, la parte más enfriada.
Se podría decir que Gable “desnuda”, metafóricamente hablando, a la deseable Russell. Empieza por la delicada operación de quitarle las botas.
El descalzamiento de las botas, escena típica y hasta cómica del oeste, aquí, simbólicamente, ese gesto adquiere, creemos, o podría adquirir, tintes sensuales, equivaldría al comienzo del desnudo de la joven empapada. Russell le pasa la bota entre los muslos de Gable, para que naturalmente la despoje de los helados calcetines. Russell pone una tímida resistencia a ellos.
Una vez desnudos los pies de los empapados calcetines, Gable empieza a frotarlos rápida y vigorosamente, pues están muy húmedos y es peligroso. No se insinúa sensualmente en la operación, desde luego. Russell, a pesar de todo, no ve tal inminencia, pero se deja hacer dócil y agradablemente.
Las enaguas y las medias, que cuelgan de una línea, son mudos testigos y elocuentes de lo que allí se está desarrollando.
Russell, ya calmada y colmada de roces y toqueteos, finalmente se relaja y se tumba en el duro banco, reconvertido ahora en el más deseado de los lechos. Gable, a gusto, sigue con la operación, y le masajea los dos pies como si la estuviera estrechando con los brazos.
Como si de un encuentro amorosa y sensual se tratara, ya decimos que la película no parece insinuarlo a primera vista, después de esta primera operación de quita de ropas y frotamientos varios, hay un primer momento de descanso, como si dos amantes se dieran un tiempo en su camuflado y fogoso encuentro.
Russell está satisfecha, se enreda en su manta, el famoso edredón del film, y se tumba de lado. Gable permanece sentado, en la misma postura de antes, relajado también y hasta feliz, pendiente de ella mientras se mantienen conversando.
La fogata, en medio de los dos, no puede ser más significativa. El fuego material es al tiempo la llama viva que los calienta y la amorosa también que ha prendido entre aquellos dos personajes, en ese lugar perdido y a salvo de una turbulenta tempestad.
Sigue el interludio del encuentro. Gable aprovecha para alimentarse, toscamente, eso sí, un trozo de carne de mula, resequísima y recalentada en un tosco palo sobre la misma fogata.
Nada que ver con el champán sibarita que le ofrecerá su otro pretendiente, Ryan, escenas después.
Convida sin complejos a la dama. Ya decimos, la comida no puede ser más tosca y de pura supervivencia, ese trozo de carne seca, de la por Gable llamada gacela del Missouri. Esto es, una de las mulas de carga que han sacrificado el día anterior, para sobrevivir, en el refugio donde por primera vez se conocen.
La cena parece extremada en sus toscos alimentos, sobre todo si la comparamos con la que, un rato después, R. Ryan le ofrecerá a la misma Russell. Pero, por lo mismo, es más auténtica que la otra. Curiosamente, como si estuviera adelantando lo que va a ocurrir, Russell la rechazará, a pesar de que necesita de alimento.
Russell va entrando en confianza y en el juego con Gable y muestra su lado sensual. A partir de aquí sí se muestra abiertamente el elemento sensual de ella.
Por eso, aunque rechaza comer, insinuante le dice ¿por qué no me calienta los pies un poco más? Y digamos que da comienzo la segunda parte de este encuentro en verdad amoroso.
Gable, sí, le dice, y se remanga, insólitamente y ¿simbólicamente también?, el costado de su espalda para que los pies desnudos de ella se apoyen y calienten allí.
Es entonces cuando ella, ¡¡Eh! ¿Ha estado enamorado alguna vez?
gable, como despistado, ¿Yo …?, responde con ese yo indefinido.
Y, entre risas cómplices, ella le empuja con los pies contra la espalda donde se apoyan, juguetona e insinuante, y Gable cae de lado.
La escena, el encuentro de aparente calentamiento, pero cargado de sensualidad indirectamente, ya ha terminado. Afuera, por contraste al ardor que ha prendido dentro de la cabaña, un frío gélido y la nieve se campean por todo alrededor.
Al día siguiente, los dos personajes recogen lo que ha sido aquella noche reveladora. Russell ordena las cosas, dobla y guarda el singular edredón, mientras conversan los dos.
En estos minutos, Gable, ya confiado, la besa en los labios, de forma natural, y Russell lo recibe con igual tranquilidad. Parece una pareja de amantes más, y, sin embargo, apenas se conocen desde el día anterior.
Entonces, hablan de sus proyectos vitales, y Gable le ofrece compartir el suyo. El ve su vida en torno a un feliz e ideal rancho, en Texas, una vida sencilla y plena.
Contra lo esperado, esto le suscita a Russell unos recuerdos totalmente indeseables y de rechazo. Recuerda a sus padres, su madre especialmente, y a ella misma, criada en un rancho del estilo. Esa vida rural y sacrificada consumió tempranamente a su madre primero, y luego a su padre. No quiere que se repita en ella.
Gable trata de convencerla positivamente, sin querer presionarla de ningún modo.
Pero Russell tiene metido muy dentro de sí aquellas vivencias y no parece aceptar esa para Gable prometedora vida, el proyecto compartido al que al que se la quiere llevar Gable.
Como símbolo de cómo ha evolucionado la relación entre ambos, la fogata, apenas ahora la forman unas pocas llamas, el tan fogoso encuentro de la noche anterior no ha conseguido sobrevivir apenas unas horas de realidad. Los dos personajes terminan distantes y separados por una floja llamarada que, sin embargo, se resiste todavía a apagarse del todo.
Luego, ya fuera de la cabaña y dispuestos a abandonarla y seguir la marcha hacia el pueblo, un destacamento de soldados aparece en distancia y dirigiéndose hacia allí.
Después de un cruce de palabras, y junto con ellos, abandonan definitivamentelo que ha sido el lugar de un encuentro amoroso tan revelador como efímero.
Resumiendo, la escena de la cabaña, en principio nada erótica, simple cuestión de supervivencia, Gable frota y refriega como un desesperado, va poco a poco mostrando una doble intención, surgiendo poco a poco.
Si no fuera porque hay que hacer entrar en calor a la dama, la escena podría identificarse como un encuentro erótico usual. Ella prácticamente se desnuda, él no, y los devaneos para calentarse vienen a ser los del trato amoroso.
Es claro que la parte más delicada del enfriamiento y la congelación son los pies. Pero también el pie tiene un fuerte simbolismo sexual, además de otros múltiples significados. Aunque, cuando uno la ve por primera vez no lo advierte tan claro, es claro que el simbolismo sexual de los pies corre parejo y se corresponde al cortejo amoroso que, efectivamente, contiene la escena. Es un elemento más que se añade al conjunto de la romántica escena.
En ese nivel, tanto Gable como Russell, metafóricamente, con sus toqueteos y roces en torno a sus miembros inferiores, están teniendo un encuentro sexual consentido.
El film, por lo tanto, y juega con ese simbolismo, aprovecha esa escena del calentamiento de los enfriados pies, escena íntima y de cortejo amoroso de Gable con Russell, y la potencia al mismo tiempo en una escena de significado erótico y sensual a la vez. El simbolismo que trae consigo esa parte del cuerpo, pies, calzados, etc., y todos los gestos y actos en torno a ellos, tienen una equivalencia metafórica con la relación sensual y amorosa.
Además, y ya de larga tradición, mismamente la Eneida de Dido y Eneas, estamos aquí ante otro episodio de las Poeticae tempestates. es decir, de aquella mezcla y combinación de tempestad y escena romántica, que se explota mucho en la literatura, y aún más en el cine. El referente clásico, ya decimos, es la tempestad que hace a Eneas y Dido guarecerse en una gruta y allí prometerse mor, trágico, pero amor. Y la tempestad en torno a ellos, contribuyendo al enlace, como vemos en esta escena del film Los implacables.