lunes, 21 de octubre de 2024

AQUILES VS. IRVINE, TROYA Y EL EVEREST: UN PIE PARA LA GLORIA.

    Una bota de alpinista, un calcetín y el pie dentro de ella de cierto Irvine, compañero escalador de la cima del Everest de Mallory, y desaparecido en extrañas circunstancias, ambos, sin dejar claro si alcanzaron la el techo del mundo, acaba de ser descubierta en las eternas nieves y laderas escabrosas de la montaña.

    El cronista que da la noticia en EL PAÍS, lo hace iniciando el artículo con la simbología aparejada al miembro inferior humano, y su relación desde siempre hasta con la misma mitología.

    No en vano, y evita seguir por tan prolijo mundo, cita en este comienzo al legendario Aquiles, el héroe de Troya. Su apodo más característico, y el elemento por el que era identificado, tanto en su vida, como en el momento de su caída, era precisamente sus pies.


Aquiles enfrentado a Héctor.

    

El epíteto o frase con el que más se le reconoce y reclama es el de  


Aquiles, el de los pies ligeros, 

Ἀχιλλεύς πόδας ὠκύς ...


    Y, como Aquiles, por eso lo dice el artículo, muchos héroes o episodios de la mitología clásica, en la que los héroes vienen señalados o identificados por sus pies.


No seré yo quien niegue la relevancia de los pies en nuestra consideración de los héroes. Ahí están sin ir más lejos los de Aquiles. 

    
    Aunque, pensándolo un poco más, y ya que se trata de un caso de identificación, sí, de descubrir la identidad de alguien por los pies, una marca o señal, quizás en este caso no estaría de más acordarse de otro trágic o personaje al que precisamente, revelan su verdadera identidad largo tiemo oculta, y sobre todo para el mismo personaje.
    Nos referimos al desgraciado personaje de Edipo, hijo de la Fortuna, y luego caído en la mayor de las desgracias.
    La tragedia de Sófocles es la que eleva al personaje a sus dimensiones más elevadas. Una de las escenas climáticas es la del reconocimiento del personaje. Su nombre, Edipo, que significa literalmente "pies hinchados", es un nombre parlante, y alude precisamente a ese marca y tara a la vez que sobrelleva el personaje. Y que es fruto de las heridas ocasionadas en sus tobillos, unos herrales o clavijas con que le inutilizaron los pies, cuando recién nacido es abandonado en le monte Citerón.


    En la escena de reconocimiento de la tragedia, el campesino qe lo hizo, obligado, recuerda precisamente este hecho, el de la clavija en los tobillos. Y es cuando se descubre la verdadera identidad del aveturero, y luego coronado rey, Edipo.

    En el caso del malaventurado escalador, no se trata ya, aunque tintes para eso tiene, no se trata de una literaria escena de reconocimiento o anagnórisis, cual Edipo y, a su modelo, tantas múltiplesescenas de ese tipo recurrentes en la literarura popular. Aunque la identidad del escalador se conoce por una bota del pie, donde aún se mantiene el calcetín, es allí donde se revela la identidad oculta de un personaje.

    Pues en el borde del desgraciado y lanudo calcetín montañero se leen, todavía claras,  a pesar de los lustros, y seguramente gracias a las bajas temperaturas, se lee bastante bien el nombre de su portador y poseedor.

     Irvine. IRVINE en mayúsculas. 

    Se trata del desaparecido desde hace lustros, junto con Mallory, del desventurado escalador, del que nunca se supo qué sucedió.

    Hasta ahora.

De tal manera queda aclarado así, sin ninguna indagación deductiva, por otra parte, el poseedor de la prenda. Irvine, el compañero de cordada del legendario y malogrado alpinista Mallory.

El año de su desaparición, 1924, se encontraba en la cumbre legendaria, junto con Mallory, intentando alcanzar la cumbre. Desaparecieron en el transcurso de la ascensión, y desde entonces no se ha sabido nada y ha quedado en la duda, al parecer, si llegaron o no a alcanzar la cima. En cuyo caso, la gloria montañista pasaría del reconocido alpinista, E. Hillary, a estos dos, Mallory e Irvine, desafortunados  escaladores.


bota 



    Un pie, elemento de siempre simbólico, a la vez que miembro fundamental y funcional del cuerpo humano, revela su función de identidad e identificación para resolver, aunque con todo se sigue sin saber, uno de los misterios sin resolver en el mundo del montañismo de leyenda.


En este caso, la identificación del pie, con el calcetín y la bota, sirve para otorgar la siempre perseguida gloria heroica, y otorgar como legítimo merecedor de ella al escalador que hizo cumbre por primera vez en la cima del mundo.


mtv, pie-gloria.


martes, 8 de octubre de 2024

el muro tapia derruido en septiembre

De repente, todo cambiò, se arrambló con aquello y desapareció, como una visión ilusoria, lo que durante años llevaba fijado en las miradas de los que por allí pasaban.

En unos meses ya nadie recordaría lo que había allí.

Un muro, una tapia, lustros ocultando sus entrañas, quedò abatido y derrumbado cierto dìa de septiembre de este año en curso, sin previo aviso para el inadvertido viandante, sin ninguna nota previa, sin un simple adiós.

Lo que vivía y existía tras aquel largo y prolongado paredón se mostrababien visible ahora. Como un telón que cae, a la vista de todos estaba aquel espacio, aquella huerta que permaneció oculta durante dècadas a los ojos ajenos, dormitando un sueño suyo y particular.

En realidad, el supuesto vergel que se ocultaba tras el ajado y lustroso muro no era tal. Unos tupidos cañaverales emergian tras la tapia caida. Se veía una palmera al sueloque , casi desjarretada, mostraba impùdicamente sus siempre veladas raìces, ahora aventadas al aire.
Por aqui y por alla, unos bloques grises indicaban alguna construcciòn inacabada, y la maleza, tupida y creciendo desordenada, no dejaba todavía ver màs alla de lo que el muro hasta entonces impedìa.
El muro tapia, de años, lustros y dècadas prolongados, ajado, sucio y polvoriento, a pesar de todo, se mantenía venerable en su vetusta apariencia. Habìa protegido con su pared, la vista curiosa y un poco impertinente de los cualesquiera viandantes que por allí anduvieran.
Ahora, vìctima de un derrumbe con nocturnidad y alevoso, el muro derruido habìa dejado de existir para siempre. Tanta era la urgencia que incluso a los operarios del destrozo les habìa faltado tiempo para hacerl desaparecer los cascotes y restos de aquellos ajados ladrillos.
Ahora, ante todos, a la vista algo impùdica de cualquiera, se revelaba y desvelaba un lugar, un huerto, verdad que abandonado y en desidia, nada del otro mundo, por otra parte, que había permanecido guardado, celosamente,un sueño de lustros.
Y todo esto, ¿por què?
En verdad que lo que se atinaba a ver hasta ahora de aquel jardìn escondido y desatendido era apenas nada. Ya decimos una palmera patas arriba, unos omnipresentes cañaverales, unos feos bloques a ras del suelo, y más maleza en desorden. Nada màs.
En verdad que uno sospechaba mucho màs de lo que ahora se vislumbraba, tras aquel sucio pero venerable muro, de mediana altura y que terminaba a dos aguas.
Pero, realmente, no habìa màs, todo lo que se suponìa escondìdo tras aquella tapia, no era màs que las imaginaciones y las sospechas que uno libtemente dejaba al azar de la desocupada mente.
Ahora, tras los pocos cascotes, únicos testimonios de lo que allí una vez modestamente se irguió, una cinta de plastico o caucho gruesa, de cantoso color naranja, indicaba a los que por alli pasaban y circulaban, el antiguo lìmite que marcaba la frontera, el límite privado de la huerta, ese muro ahora derrumbado, en los suelos y ya inexistente.
Todo esto, no sé qué más, por un anónimo, alargado y vetusto muro tapia, desmontado y derruido con tanta urgencia, como quien desmonta un estante de quita y pon, un muro tapia arrumbado para siempre en una de las entradas y salidas de la ilustre y centenaria villa.
Todas las reacciones:
Sisi Álvarez Arvelo

lunes, 7 de octubre de 2024

LA VILLA,2

Un día y de repente para el desdibujado paseante, pero merced a denodados esfuerzos de algunos próceres, llegó a aquel lugar lo que era la confirmación y sospecha de que el letargo decadente y despegado de la villa ocultaba un brillo latente no reconocido. Una condecoración, un título, un reconocimiento, el merecido reconocimiento, ya de tanto tiempo olvidado, por fin, había llegado a aquel lugar.

Durante los primeros años, la villa se lustró y embelleció y remozó con sus mejores galas, es decir, con esos primores ocultos bajo la polvareda del tiempo y el letargo.

De la villa emergió la ilustre ciudad. Las casonas se remozaron y adquirieron nuevo brillo, bueno, su real briillo, añejo pero ocultado tras tantas décadas de grisura.

Otra autoridad edilicia, si, mismamente edilicia , bramaba por aquella época, desde la altura de sus despachos, que ningún solar, huerto, finquita, rinconcito, espacio sin uso ni lustre, debía quedar y mantenerse sin edificar ni enladrillar.
Todo suelo, aunque sesteara de décadas y siglos, y precisamente por eso, era reo de ociosidad indeseada, y debía de volverse irremdiable y edificativamente productivo.
Aquello, que desde aquellas alturas de aquel mando, podría parecer la máxima aspiración de la autoridad competenete en esa materia, en la práctica significaba el remate refinitivo a aquellos recodos deslucidos, la sentencia a los vacíos que aireaban los paredones enladrillados de diverso gusto, el acabose de aquel alivio para la mirada, entre tanto adusto bloque, que producía aquellos huecos sin culpa, ahora sentenciados como malsanos e improductivos.
El relajo invuisible para el pasajero incosnciente, aquel que que dejaba a su aire el garbeo de su paso, mientras su vista recorría inadvertida aquella tapia que ocultaba un jardín, un patio o simplemente, maleza desbordad , poco a poco, iba desapareciendo.
Las visiones latentes de los tradicionales paseantes de la villa, de aquel llano ideal para el garbeo, santo y señal de la ilustre ciudad, dejaban de poblar las ensoñacieones del viandante. Sin darse cuenta, la tranquilidad que emanaba de aquel solaz caminero iba desapareciendo sin dejar más rastro que el mismo olvido.

Más que lugar de paseantes, aquel espacio se había convertido en un laberinto edificado solo apto para runners y muslos aprisionados en elásticas mallas deportivas.
Todo el mundo corría, a quién más, o andaba apresurado y atlético, recomendaciones saludables, en un presuroso y cardiaco andar.
El lento y reconcentrado andar del paseante, figura de antño y otras épocas, había dejado paso a un trote regular y sanamente aeróbico.

lunes, 30 de septiembre de 2024

SAFO en A THOUSAND YEARS, by Christina Perri: SINTOMATOLOGÍA DEL AMOR.

                     

Mil Años
A Thousand Years

El día que nos conocimos
The day we met

Congelada, no respiré
Frozen, I held my breath

Desde el principio
Right from the start

Sabía que había encontrado un hogar
I knew that I'd found a home 

Por que mi corazón corre rápidamente
for my heart beats fast

Colores y promesas
Colors and promises

¿Cómo ser valiente?
How to be brave?

Cómo puedo amar cuando tengo miedo de caer
How can I love when I'm afraid to fall

Pero viendo que estás solo
But watching you stand alone?

Todas mis dudas desaparecen de repente, de alguna manera
All of my doubt suddenly goes away somehow ...





Poema 31

ϕαίνεταί μοι κῆνος ἴσος θέοισιν
ἔμμεν' ὤνηρ, ὄττις ἐνάντιός τοι
ἰσδάνει καὶ πλάσιον ἆδυ ϕωνείσας ὐπακούει
καὶ γελαίσας ἰμέροεν, τό μ' ἦ μὰν
καρδίαν ἐν στήθεσιν ἐπτόαισεν,
ὠς γὰρ ἔς σ' ἴδω βρόχε' ὤς με ϕώναισ' οὐδ' ἒν ἔτ' εἴκει,
ἀλλ' ἄκαν μὲν γλῶσσα †ἔαγε λέπτον
δ' αὔτικα χρῶι πῦρ ὐπαδεδρόμηκεν,
ὀππάτεσσι δ' οὐδ' ἒν ὄρημμ', ἐπιρρόμβεισι δ' ἄκουαι,
 †έκαδε μ' ἴδρως ψῦχρος κακχέεται† τρόμος δὲ
παῖσαν ἄγρει, χλωροτέρα δὲ ποίας
ἔμμι, τεθνάκην δ' ὀλίγω 'πιδεύης
ϕαίνομ' ἔμ' αὔται·
ἀλλὰ πὰν τόλματον ἐπεὶ †καὶ πένητα†



Me parece igual a los dioses
el hombre ese que frente a ti ahora
se sienta, y a tu lado te escucha mientras
dulcemente le hablas, 
y sonríes amablemente. Esto ha hecho
trastornarse a mi alma dentro de mi pecho,
pues apenas te miro un instante y ya no puedo
articular ni una sola palabra.
En silencio se me queda rota la lengua
y al punto un sutil fuego me corre bajo la piel,
por mis ojos ya nada veo, y me zumban
los oídos,
me invade un sudor frío, entera
soy presa de un escalofrío, y más pálida que la hierba
me quedo, y al borde de la muerte
me parece que estoy.
Pero todo hay que afrontar incluso la pobreza. 



martes, 24 de septiembre de 2024

Una vívida Gaugamela en la novela de Ch. Cameron, El dios de la guerra. (1)

Una vívida Gaugamela en la novela de Ch. Cameron, El dios de la guerra. (1)

 

INTRODUCCIÓN

Con el título que da C. Cameron a su novela, El Dios de la guerra, podemos suponer la perspectiva más bien bélica con la que se va a retratar al personaje de Alejandro Magno y el énfasis que le va a dar a los aspectos militares sobre los otros. Además, nos lo va a presentar, como fue en realidad la compleja personalidad del rey, en los dos aspectos, el divino y excelso, pero también el sombrío y oscuro, que caracterizaron la compleja vida y personalidad del rey macedonio, ser que ha entrado de pleno en la vida legendaria.

 

Siguiendo el recurso de muchas novelas histórica, Yo, Claudio, sin ir más lejos, y, en el personaje que nos ocupa, sobre la materia de Alejandro Magno, el autor nos presenta a un narrador en primera persona, nada menos que su hetairos y Compañero de batalla, el general, y posterior diádoco διάδοχοs, amén de faraón de Egipto y fundador de la dinastía Ptolemaica, Ptolomeo (pero Tolomeo, así lo transcriben en la novela, sin la P- inicial). Ha pasado a la historia como Ptolomeo I Sóter, Πτολεμαίος Σωτήρ, «El Salvador»; entre 367 a. C.- 282 a. C.

En esto coincide con el Ptolomeo narrador de la novela de S. Pressfield y, desde luego, en la figura de Anthony Hopkins, en el excelente film de O. Stone.

La novela narra la vida y hazañas de Alejandro, sus campañas militares, fundaciones y su mirada visionaria, haciendo énfasis en sus éxitos militares, de ahí el título El dios de la guerra.

Sin demorarnos más, nos referiremos al relato de Gaugamela que encontramos en sus páginas. Tolomeo nos relata con verosimilitud, pues vivió en primera fila la vida y campañas del rey, los acontecimientos y el desarrollo de la batalla como un milites más, que debe luchar por su vida pues aparece inmerso en la refriega directa del encontronazo bélico. 

No hay ni recurre a emisarios y mensajeros, como en otras novelas, y como se sabe que existían, que pasaran información de lo que ocurría en otros lugares.

Reconoce, pues, dentro irremediablemente en el infierno caótico del combate, y lo hace a cada momento, refiere que no alcanza a ver lo que ocurre más allá del lugar donde se encuentra.

Para suplir esta limitación, Tolomeo recurre a diversos recursos para contarnos lo que ocurre en otros lugares, si fuera el águila de Zeus o un dron, actualmente, capaz de ver lo que estaba sucediendo en uno u otro lugar de la batalla. 

 

 

El águila sobrevuela las formaciones, en el film de O. Stone

 

Esto lo puede hacer porque, desde el comienzo de la novela, nos encontramos a un entrado en años Ptolomeo recordando y contando, en unas memorias  retrospectivas que dicta al tiempo de la novela, lo que ocurrió en sus años junto a Alejandro y, en concreto, en lo que ocurrió allí, en Gaugamela,y ya cuenta con el conocimiento global. 

Pero, al mismo tiempo, como decimos, nos relata el encuentro bélico en una primera persona de un Tolomeo guerrero y militar, inmerso plenamente en la batalla, de forma directa, al instante y vibrante.

En relación a Alejandro, su Compañero, amigo y líder, su admiración, no exenta de crítica, lo hace equiparar, por la fuerza y arrojo que emana, con un dios, con el dios de la guerra por antonomasia, el furibundo Ares. Tal es como se muestra el rey en batalla. De ahí el título de la novela, y el retrato belicista del rey. Hijo de Zeus no era, era una divinidad, Ares, piensa Tolomeo que en verdad así fue Alejandro, admirado.

Sin embargo, y como luego veremos, el protagonismo y el éxito de la batalla no recaerá precisamente en el rey. Otro militar, el hetairos y Compañero Nicanor, en esto semeja a El Libro de Alexandre, le robará el protagonismo al encabezar éste la carga definitiva contra Darío.

Pero hasta aquí llega su fugaz papel. A continuación, y como lo ha venido haciendo casi desde el principio, las acciones bélicas y heroicas las protagonizará el propio narrador de la novela, Tolomeo. Él mismo, ebrio por el combate y la lucha, sin darse cuenta avanza entre la soldadesca hasta toparse sorpresivamente junto al carro real del rey Darío.

Al tiempo que protagoniza la narración, nos cuenta las andanzas del rey macedonio en la batalla. Y, por último, es fiel testigo de la decisiva irrupción del rey y su caballería, en persecución de un rey Darío que ya había huido momentos antes de que se produjera el enfrentamiento real entre ambos.

Resalta, especialmente, la detallada y documentada descripción del despliegue hacia la derecha de Alejandro y su caballería, y la decisiva carga contra Darío. En esto entra con mucho en un relato mucho más desarrollado de lo que se suele narrar en las otras novelas. Hemos de suponer en este autor conocimientos profesionales militares para alcanzar ese grado de verosimilitud y realismo.

lunes, 5 de agosto de 2024

FINAL EN ABRUPTO DE GAUGAMELA: ALEJANDRO, DE HAEFS, 1993 (y 4).

 LA PERSECUCIÓN. PARMENIO.


Haefs da detalles realistas que contrastan con las versiones más novelescas y espectaculares de la batalla. En el caso de la persecución relata que ésta no se produce inmediatamente, pues era evidente que no había oportunidad en ese momento, el combate seguía en activo, pues la mayoría de los persas no conocían el abandono del Gran Rey.

Los hetairoI, con Alejandro a la cabeza, no persiguieron al fugitivo Darío; la situación era todavía demasiado confusa para ello…

En eso, apareció el mensajero de Parmenión pidiendo ayuda urgente, puesto que la falange estaba a punto de derrumbarse.


La documentada y al tiempo crítica narración de Haefs se muestra patente en la ya asentada atribución a Parmenio del fracaso en la persecución. De una forma palmaria y totalmente lógica, la descarta por imposible. En esto coincide con la crítica académica y los historiadores, que rechazan esta culpabilización del viejo general. menciona incluso la fuente de tal atribución, Calístenes.


Calístenes escribió más tarde que Alejandro lo estuvo persiguiendo y que mucho se enfadó por haber sido retenido luego por Parmenión. Pero ¿cómo podía un mensajero alcanzar a galope al rey, que también iba a galope, y hacerlo en medio de racimos de persas empeñados en huir y a tiempo para que pudiera acudir en ayuda del estratega?


Y con esta persecución que, por otra parte, sí que se produjo, aunque al parecer no con Alejandro al frente, es decir, con esta definitoria crítica de las fuentes, concluye bruscamente la batalla y el relato.

A continuación, un doble espacio deja lugar a un nuevo párrafo donde Ptolomeo, un mes después y ya en Babilonia, aún seguía oyendo los gritos y sufrimientos de aquel terrible combate, y que no se podía quitar de la cabeza.

Relato no breve pero condensado, más bien sobrio en su desarrollo, pues, éste que nos presenta G. Haefs sobre Gaugamela en su Alejandro. Ha preferido seguir a Arriano como guía, antes que a los más literarios Curcio o Dioniso, y sus escenas, aún manteniendo la tensión, no buscan la emoción y evitan la espectacularidad y las imágenes impactantes. 

Por otra parte, pone en boca del narrador, haciendo cómplice al público, de las otras versiones de los hechos ocurridos, y rebate casi de forma intertextual aquellas opiniones que le parecen erróneas. El caso más evidente es el de Parmenio,totalmente rehabilitado.


    Por su parte, del Gran Rey Darío nos ofrece la imagen estereotipada en el momento decisivo, el de la carga de los Compañeros. Y tal como ha quedado grabado en la tradición occidental, es la estampa de la sorpresa, el miedo y la cobardía. Sigue a Arriano cuando nos cuenta que fue el primero en huír de la batalla, y no lo exculpa, como Curcio, con el epìsodio quizas artificioso de la jabalina que hiere al auriga y se difunde el rumor de la muerte del rey.

EL INFORME DE PTOLOMEO DE GAUGAMELA EN G. HAEFS (3).

 EL ATAQUE AL CAMPAMENTO DE LOS BAGAJES.

Haefs cita este movimiento táctico de la caballería de maceo, pero elimina el ataque y se olvida del episodio del rescate de la familia real en el campamento. Según narra, antes de llegar al campamento macedonio, la caballería de Maceo es rechazada por esa engañosa y audaz falange macedonio, la que se desdoblaba para encarar al enemigo que la envolviera por su retaguardia.


El flanco derecho de los persas, a las órdenes de Maceo, avanzó con el fin de envolver el ala de Parmenión, pero allí estaban las tropas ligeras que formaban una especie de gancho y que pararon el primer choque. Las unidades persas se abrieron paso por entre la falange, rompieron incluso la segunda línea, llegaron al campamento de los carros y fueron cercadas y aniquiladas por los mercenarios.


Desde luego, en el papel de esta falange desdoblada por la retaguardia, Haefs demuestra estar documentado y seguir los trabajos de los académicos en cuanto a su valor estratégico.

En verdad que en el relato queda en nada este acto bélico que,ya decimos, contiene sus episodios noticiosos también.

LA BRECHA, LA OTRA AUDACIA DE ALEJANDRO.


Se centra Haefs, pues, en el golpe de mano estratégico sobre la brecha creada en torno al centro de Darío, que es lo que decide la batalla. Lo relata con detenimiento y claridad. describe el papel importante de los hipaspistas, tropas de infantería camufladas por el polvo y que acompañaban a la caballería, sin que los persas lo advirtiesen. Recuerda Alejandro iba al frente y que su formación era en cuña.


… los hipaspistas siguieron a la caballería de hetairoi, que formaban una cuña a las órdenes del rey. Galoparon para adentrarse en la brecha que se había producido por el amplio avance de los hombres de Beso


Y … la segunda audacia de Alejandro, la decisiva y también la más arriesgada, …

Mediante las flechas y las lanzas, hizo que el ataque de los jinetes acorazados se desplazara un poco hacia un lado y envió a su encuentro a los jinetes mercenarios, … Éstos fueron dispersados y repelidos; en ese momento aparecieron, …, los peonios; y cuando éstos ya no podían sostenerse, otro grupo de jinetes … se sumaron los arqueros y lancerosEntonces se produjo una brecha en el sitio donde el flanco izquierdo de los persas tocaba el centro comandado por Darío.


EL  ICÓNICO CARA A CARA DE ALEJANDRO Y DARÍO. 

En este punto, el autor reproduce la estampa que ya ha pasado a la historia, una vez reflejada en el mosaico de Issos. Un Alejandro envalentonado que se enfrenta a un acobardado y aterrorizado Darío, quien no se esperaba encontrarse tan bruscamente a la caballería junto a su carro.


Por un momento, Ptolomeo creyó divisar, en medio de la locura y del griterío, el rostro del Gran Rey desencajado por el miedo, ver cómo la cara petrificada de su alteza real se descomponía en un gesto de asombro, estupor, susto y finalmente de terror. Porque sus inmortales morían aplastados por la cuña de la caballería de hetairoi.


HAEFS OLVIDA LA JABALINA

Con el apoyo de Ptolomeo, que hace las veces de narrador en primera persona en el inmediato fragor de la batalla, el momento épico y espectacular de la jabalina se evita y no se relata. 


En esto se ve quizás la mayor fidelidad del novelista a las fuentes, a Arriano concretamente, y que atribuye el acto de la jabalina a un recurso más literario que histórico.

Recurre, como decimos al general Ptolomeo, narrador desde dentro de la batalla, para hacer evidente esta omisión.


Era como si los ojos de Alejandro combatieran con los de Darío, el cual estaba de pie y casi al alcance de la mano en su carro de combate dorado. 


Aquí parece recurrir a unos primeros planos muy gráficos, recuerdo del mosaico y que se reproduce en los films. Darío se muestra desarmado, no como en otros autores, y la mención al dorado de su carro parece desmerecer su condición guerrera y de líder.


LA HUÍDA DEL GRAN REY.


Darío, temeroso, viendo desbaratado parte del ejército, y temiendo ser capturado, huye con parte de su guardia personal. Alejandro sale tras él.


Luego, los jinetes persas volvieron a formar una barrera entre ellos; y cuando Ptolomeo … volvió a alzar la vista, Darío dio media vuelta con el carro y emprendió la fuga.


Sigue Haefs, como decimos, a Arriano, y no se para en detenerse a relatar las condiciones reales, entre comillas que pudieron darse en ese momento.

Ya se ha comentado que la huida no fue tal, desde el punto de vista de los historiadores propersas, que se trató de un movimiento táctico, ec. nada de esto le parece digno de relato a Haefs. Toma la versión de Arriano, según parece, y nos muestra la estampa de un Dario asustado y cobarde que huye sin dignidad.

Cierto es que, al mismo tiempo, renuncia a mostrarnos a un Alejandro exultante y pletórico que arroja la épica jabalina.