- Perdone- le dije al de las entradas del cine, el que te corta una parte y te da la otra, no el de la taquilla (por cierto, siete euros, que se queda uno con muchas ganas de volver a ir), perdone- repetí- ¿me podría aconsejar alguna película?
Cuando llegué, minutos antes al cine y levanté la cabeza hacia el infinito, hacia las alturas divinas en las que estaban nuestros dioses de hoy anunciándose en sus carteleras, pelín incómodo, ahora que recuerdo, pues notaba un poco de tirantez en el cuello mientras iba mirando una tras otras los lejanos carteles, no sabía nada de casi ninguna película. Es verdad que hacía falta traerse unos prismáticos de casa para averiguar más algo de la película, aparte del título, en aquellos alejados carteles..
Si, prismáticos, prismáticos como los del triste y funesto protagonista de la película. Al final, y por consejo del de las entradas y, hay que reconocerlo, por mi propia ignorancia y mi falta de ... prismáticos, al final entré en la película que me había dicho. Aunque realmente el cartel de El francotirador, no sé por qué, tenía las letras mas grandes y había podido ver el nombre del director. Clint Eastwood.
Al principio me sonó bien el nombre, conocido, de garantía, aunque, seguidamente recordé sus ya muchas películas que había visto, su tono, ambiente, contenido, y me dejó un poco con actitud de resignación ante lo que uno ya conoce. Algo más en su línea, no será lo que uno esperaba para un sábado por la noche, pero, en fin, no sería mala elección.
Me gustaba más el título de otra, La conspiración de Noviembre, acción, intriga, detective clásicos, ..., ¿y si después era mala? El de las entradas me dijo que el francotirador era muy buena sin dudar, que trataba de eso, un francotirador de la guerra (no sabía de qué guerra era todavía) que regresa a su casa (bueno, tema este clásico en el cine y la literatura bélica de todos los tiempos) y los problemas personales que trae consigo después de las experiencias vividas. No muy nuevo, pero era la primera vez que iba al cine en mucho tiempo, me sentía descansado, era sábado por la noche y había salido en lugar de quedarme hipnotizado, por no decir otra cosa, ante el televisor nocturno otro fin de semana más.
La tragedia: Si no han visto la película, recuerden que es una tragedia, pero en el sentido de la tragedia griega. Tiene muchos elementos esta película que ya patentaron los clásicos grecolatinos (y, por cierto, que si cobraran el copyright, igual les daba para sacar al país de la ruina). Es una biografía, oficialmente, pero en realidad está presentada como una tragedia. El conflicto del hombre con su destino, encarnado en el protagonista , se presenta como en la literatura clásica. Como los oráculos griegos en la antigüedad, su personalidad queda marcada por enseñanzas de su padre, estricto, severo, rígido, que advierte a sus hijos de pequeños de la existencia de tres tipos de hombres, ovejas, lobos y perros pastores. Parece que esa pequeña, y grande, enseñanza moral, sin llegar a fábula, marcará de forma trágica la personalidad posterior del protagonista. Por otro lado, como los héroes de los cuentos, el personaje tiene una rara habilidad, cercana a un don , algo innato, su puntería. En su entrenamiento profesional se irá reforzando con las enseñanzas en el ejército.
El mundo de los hombres y las mujeres está separado radicalmente, como en las antiguas tragedias también. Los hombres se encargan de la guerra y las mujeres de la casa, ya decían los antiguos. En la película, parece mentira después de tantos siglos, sigue existiendo esa realidad. Quizás sea más lógico de entender pensando en el protagonista como un guerrero, como también los antiguos guerreros de Grecia, y el deseo de mantener apartadas a las mujeres de su mundo, sus decisiones.
Hay un diálogo telefónico entre el francotirador y su esposa, él en la guerra y su esposa en casa. Ella le dice que le hable de lo que está haciendo, de sus cosas de la guerra, y él se niega a hablar de ello, no quiere que sepa, y ella, en actitud generosa, le anima a que le hable. Pero no llega a hacerlo.
Esta actitud, que en el mundo antiguo quedaba así, o daba lugar a versiones cómicas, como las de Lisístrata, donde se burlan de esta división de los dos mundos, esta actitud del héroe va evolucionando en la película hacia un deterioro de la personalidad del protagonista, ensimismado en las experiencias militares vividas y, por lógica, en el sentimiento de ausencia que su mujer y sus hijos notan en él cuando regresa,de forma intermitente y por permisos, a casa para descansar de la guerra.
La mujer y la casa, y el plano afectivo y sentimental, no llegan a ablandar al protagonista, embebido en su misión guerrera, su solidaridad y fraternidad casi espartana con los compañeros del batallón. Habría que recordar la educación espartana, sus duros entrenamientos y el sentimiento de solidaridad que hay entre ellos, y la deshonra de huir y escapar del combate.
La mujer también es, como en el buen teatro trágico, aquí no hay adivinos, (aunque algunos personajes como el hermano, le dicen frases que le advierten de lo que va a a pasar), la mujer, decíamos, como profetisa, le advierte que tenga cuidado, que el que juega con fuego, se acaba quemando. Frases de las llamadas sentenciosas, también frecuentes en la tragedia, que esconden verdades que no por ser milenarias y repetidas desde siempre, no dejan de ser totalmente ciertas en muchos casos.
Incluso, como en la tragedia cuando personajes femeninos advierten al héroe griego de que debe abandonar esa obsesión por el deber (Edipo y Yocasta, él obsesionado con llevar al fin su misión, ella rogándole que no siguiera)., la mujer, decíamos, le dice que lo deje, que abandone, que ya ha hecho suficiente, que vengan otros. Y de este modo ya está avanzando lo que puede venir. Todavía más, le dice que está a punto de perder a su familia porque está ausente de ellos. pero el héroe sigue obsesionado con su destino, marcado ya en su carácter y en la educación recibida, y no cede o no puede ceder. De su boca salen palabras como deber a la patria, de la que su extraordinaria esposa se acaba por reír , o de la deuda que tiene con sus compañeros de filas.
El ambiente trágico: La película empieza como las buenas tragedias, es decir, con un ambiente triste, de que algo va a ir mal, de que esto que empieza como una historia más, tiene una sombra de pesar y tragedia. Y este ambiente, después de una primera parte de felicidad y amor y fiesta, se empieza a imponer poco a poco. Es como si la suerte, el destino, o como se quiera llamar, empezara a adueñar a las vidas de los personajes. Y así va aumentando ese ambiente grave a lo largo de la película, aunque no de forma absoluta. Sólo en el último tercio de la película, y precisamente coincidiendo con el aumento de las dificultades de la guerra urbana en Irak y los esfuerzos de los protagonistas por cumplir con su deber, es cuando las cosas se inclinan hacia el lado funesto.
Parece que cuanto más se afanan por conseguir sus objetivos los héroes, más se empieza a torcer la situación, sus vidas, las operaciones militares, todo. Los dioses, el destino, en este caso la guerrilla iraquí, la megaurbe polvorienta, sucia y cadavérica, van imponiendo su ley implacable. Incluso el propio ejército americano, sus mandos. Los protagonistas van cayendo envueltos en sus propias inercias, incapaces de saber salir de esa red que los ha atrapado. Solo la mujer lo ve claro, como receptor de los sentimientos, pero como Casandra, como Tiresias, y otros famosos adivinos de la antigüedad, está condenada a no ser escuchados.
En fin, se podría seguir sacando elementos y claves que relacionan la película con el cine clásico, con el teatro y la tragedia griega en concreto, pues muchos de sus elementos ya aparecen en ella, especialmente en el cine negro clásico americano.
El regreso: Para rematar todo, y como ya decía algún autor trágico a propósito de los héroes de Troya, allí en Troya fueron felices, pero a su vuelta a casa encontraron su final de forma inesperada. Por paradójico que parezca, ya encontramos en las leyendas antiguas griegas cuando hablan de los funestos regresos de los jefes griegos a sus casas, estos trágicos desenlaces. . Sabemos por las leyendas que unos héroes se perdieron en el camino y no llegaron a sus casas, el rey Agamenón murió emboscado en su propia palacio al poco de llegar y el mismo Ulises tuvo que volver a combatir, viejo ya, contra los que se aprovechaban de sus propiedades. La película no podía quedarse atrás, desde luego, y no lo hizo.
El regreso del cine: El caso es que era sábado por la noche, estaba sin nada que hacer, voy a ver una película, me dije, salgo de casa, me distraigo por una vez en tiempos, ..., y acabé regresando a casa después de la película serio, casi enfadado, dolido, subiendo con el coche por la carretera solitaria, oscura, hasta con mal cuerpo. No hice sino llegar y encendí el televisor como quien se agarra a una tabla de salvación. Allí estaban los tertulianos de un conocido programa de supuesto debate y, por fin, respiré aliviado. En verdad seguían tirándose, o haciendo que se los tiraban, los trastos a la cabeza, revolviendo las mismas discusiones politicas de todos los días, ya tan repetidas, pero que a veces uno las veía como nuevas, y sentí cierto descanso después de pasar por aquella nueva versión del género trágico en forma de película de la que acababa de salir. Esta fue la catarsis realmente.